martes, 18 de diciembre de 2012

Dolor de tripa

     Mis vísceras retruenan,
     suenan, se agitan
     con violencia. Paciencia,
     recuperarás la sonrisa.

     Conecto mis antenas,
     busco algo en la arena
     de mi fértil selva,
     espero en la tierra
     una llamada de la Naturaleza.

     No sé si estoy alerta.
     Mis sentidos niegan,
     se rebelan, sólo quieren ser,
     niegan poder volver
     retransmitir otra vez.

     Pobre de mi, asceta.
     Aunque se sienta muerta
     mi pasión sé es cierta.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Tiempo


     Te veo en mi pasado
     luego todo ha cambiado.
     No sé quién eres,
     quién fuiste, qué quieres.

     La potencia compartimos.
     Si fuimos, vencimos.
     Caímos. Como todos, 
     por éso ruego.

     No espero nada nuevo,
     más que un bonito recuerdo,
     más que pisar suelo,
     evocar juntos aquel anhelo.

     El olvido, el recibo
     de ignorar lo bendito,
     de no respetar lo vivido.

     Las aventuras del futuro
     no borrarán testigo.
     Tampoco devolverán aquello
     sacrificado a degüello.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Musas


     La musa no importa
     si la emoción impera.
     Cualquiera que fuera,
     ennoblece su esfera.

     Puedo afirmar que nunca
     me sentí igual de vivo.

     Mi mirada es sagrada,
     pues en ella te escondes,
     te escapas, a mi mundo bajas,
     través el agua estancada,
     mi mar de arcadas,
     mi cielo de textura
     recia y escarpada.

     Si en el futuro ninguna
     hubiese me inspire,
     volveré a mis recuerdos
     donde siempre te tuve.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Problemas ajenos



          Suponiendo tener una vida emocional elevada, dónde percibimos nuestro entorno conscientemente y sentimos en él, parece fácil abrumarse dado el dolor y desamparo que existe a nuestro alrededor. Siendo feliz ésto no desaparece, dada que la realidad de otros puede seguir siendo miserable, gente de tu alrededor, incluso gente importante para ti. Lo que tú consigas no servirá para cambiar éso, y en muchas ocasiones toda la ayuda que puedas prestar no será suficiente. Hay que dar lo mejor de nosotros por nosotros y para el resto. Aun así, en muchas ocasiones, no será suficiente.

          Es difícil decidir qué hacer con este dolor, este desgarro. No nos podemos permitir tratar sólo con gente perjudicada, pues éso exprimiría nuestra energía. No puedes olvidarte de las personas que tienen una situación desfavorable. Tampoco puedes permitir caer tú en un pozo. Entonces, ¿qué?

          ¿Y cuál es la respuesta cuando experimentas que dicha concepción del sufrimiento humano no es compartida por todo el mundo? ¿Qué haces cuando hay individuos que no lucharían por mejorar su entorno, por conseguir ser todos más felices? ¿Cómo actuamos cuando vemos que hay personas a las que les da igual? No les importa la situación ajena, en muchas ocasiones no son conscientes ni de la propia misma.

          Esta ignorancia del medio y de la interacción con el mismo es lo que nos hace fallar. Todos desconocemos de cuanto rodea, no somos omniscientes ni mucho menos. Nuestra responsabilidad es tratar de despejar esta incógnita para tratar de resolver el mayor número de problemas posibles, y no para ignorarlos o perpetuarlos.

          Sólo construyendo un entorno mejor, dónde la gente trate de solucionar los problemas de todos y el medio esté lo más despejado de problemas y tormentos, sólo entonces conseguiremos ser libres para interactuar y pensar, dar y recibir.

          Mientras por cuestiones externas al individuo, o lo que siempre es peor, internas a él; mientras unos pocos decidan seguir en esta especie de ignorancia y desprecio hacia lo ajeno y sus problemas; mientras no pongamos todo nuestro empeño en hacer de este mundo y de nosotros algo mejor; mientras tanto, sólo unos pocos lo conseguirán, y sobre ellos estará la responsabilidad de liberar al resto, de convertirlos en hijos de Sion, de marcarles con el estigma de Caín. Sólo en conjunto se conseguirá la máxima elevación.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El Fénix del tiempo


          En la vida se pierde: inocencia, juventud, fuerza... Nunca sabemos a partir de qué momento las cosas sólo irán a peor. Todavía soy joven, el mundo para mi es un diamante en bruto. Un día éso dejará de ser así. Llegará, y serán otros quienes tengan las oportunidades del mundo frente a ellos esperándoles, deseándoles.

          Subido en este tren pasan imágenes de compañeros, amistades, lecciones y relaciones. Siento quedan atrás. No han sido en vano, pues siguen en mi, son mi forma. Tampoco son presentes, jamás volverán a ser palpables. Cada recuerdo irrecuperable es un tesoro que sólo el olvido podrá arrebatarme. La imposibilidad de recuperar lo perdido, sin embargo, ancla a esta especie de "imposibles".

          Las nuevas situaciones se suceden. No hay día en el cual la belleza no nos grite, reclame, nos busque para incitarnos a vivir aventuras. Lo viejo se refleja en nuestra nueva vida y evoca lo perdido. Unas veces es dulce, otras nos hiere demasiado, nos vuelve incapaces de abrazar lo presente. Un sesgo imbatible y consciente, preocupaciones y anhelos que nos vuelven estáticos, soñadores de un yo antiguo.

          Hay demasiado ahí fuera, demasiado por explotar y vivir como para considerar que ya se encontró lo que nos define como persona. En cada individuo, lugar o afición se puede destilar algo más puro de nosotros mismos, refinar nuestro producto. Jamás se habrá vivido demasiado para aprender, para evolucionar. El pasado sólo debe servir de recordatorio, no de guía.

          Somos mejores a cada momento si hemos sabido dirigir correctamente nuestra vida, si la nobleza ganó la partida a la mezquindad. Antaño algo pudo parecernos lejano a nuestra esencia, pero quizá llegamos ya a la llanura donde convertirnos en algo nuevo. Como el Fénix, que renace de sus cenizas joven, brillante, puro, nosotros reduciremos nuestro pasado a gasolina, combustible de una nueva vida, de un nuevo yo, de una más digna aspiración. Desplegaremos nuestras alas, levantando la cabeza por encima de todo aquello que vivimos, con la mirada fija en el nuevo horizonte a conquistar.

miércoles, 18 de julio de 2012

Sensaciones del lenguaje

          En nuestro vano intento de comunicarnos utilizamos expresiones, un lenguaje concreto, buscando transmitir una determinada sensación, esa misma que a ti te sugiere tu pensamiento. Se tiene una idea antes de transmitirla, al menos preconcebida, y hemos de traducirla a nuestro idioma con estos medios. Pero la sensación que a nosotros nos transmiten las palabras está ligada a nuestra realidad subjetiva, más cuanto menos se ha leído y se desconozca la propia lengua. Así pues, hablamos más con nuestras experiencias personales y las ideas que éstas han dejado en nosotros que buscando un verdadero fin en la comunicación.

          Hemos de cuidar, entonces, este aspecto de la comunicación. El grado de entendimiento al que lleguemos con otra persona estará unido al entendimiento que tengamos de ella misma. Sólo preveiendo las sensaciones que emergerán del otro al escucharnos, en función de sus recuerdos, experiencias y construcciones mentales, se podrán diseñar las oraciones óptimas para alcanzar nuestro propósito.

          Es de importancia recalcar que no me refiero a la situación como modelizador del lenguaje, sino a la persona. Ésta es la que percibe el evento activo de la comunicación, y la que interpreta lo que hemos querido decir en relacion a lo que hemos dicho, pues claro está que nuestro lenguaje es primitivo y, en muchas ocasiones, poco útil. Bienvenida será la era en la que podamos transmitir nuestros pensamientos con total fidelidad.

          Ahondo en el concepto de "sensación" dado que éstas son las que nos ayudan a formar las diferentes ideas que tenemos sobre cosas. Un mismo hecho, una misma realidad, puede despertar en nosotros muy distintas sensaciones, y éstas posteriormente generarán nuestra percepción de las cosas. Añadamos a ésto que cada individuo tiene su sistema a la hora de recibir y clasificar la información, y es única creando sus propios pensamientos. Saber generar las sensaciones, y por qué no, emociones necesarias, ha de ayudarnos en la heroica labor de comunicarnos y, por ende, de entendernos.

sábado, 14 de julio de 2012

Nuestros detalles

          Todo lo que somos, nuestra educación, lenguaje, relaciones y sensaciones impresas en nosotros forman una realidad que subyace a la consciencia. No hablo, por tanto, de nuestra personalidad, aunque ésta también pueda ser desconocida para el individuo. Me refiero a toda la influencia que descargamos en el ambiente, y viceversa. Un libro, una idea, una frase, puede estar presente en todo aquello que tenga que ver con nosotros. Es muy difícil percibir esto, ya que son cosas que consideramos importantes para nosotros y no percibimos su verdadera presencia. Lo sorprendente es como nos sembramos en nuestro entorno, a todos los niveles.

          Nuestros padres son un claro ejemplo de ello. Nosotros sus hijos, en calidad de individuos, somos criados por ellos, en mayor o menor medida, de acuerdo a sus convicciones, creencias y manías. Por tanto cada cada decisión que él tomó, al igual que nosotros las tomamos y vivimos, están de algún modo impresas en ti, y algún día tu pasarás a ser ese transmisor.

          Cada acto tiene su importancia y siempre deja en ti algo imborrable. De hecho, no podría ser de otra manera. Son las cosas que han pasado, completamente definidas, en contra de las que pudiesen haber pasado y no han ocurrido. Todo aquello que difiere de las ideas que tenemos concebidas son lo que nos forma como personas. Lo que nos diferencia nos caracteriza como individuos. La realidad es todo lo contrario de la ideas perfectas que tenemos sobre ella. La perfección es un modelo, no lo sensible.

          El pasado está escrito y no podemos hacer nada respecto a ello. La inmutabilidad de lo ocurrido nos obliga a aceptar la realidad. El presente tan sólo es el instante donde el futuro pasa a ser pasado, y por lo tanto está definido en función de estos dos conceptos. Sólo tomando el control sobre nosotros mismos podremos escribir la historia que realmente deseamos. Hasta ciertos tipos de libertades pasan a un segundo plano, importando tan sólo nuestra capacidad para decidir en función de nuestros deseos.

          Ahora bien, entendiendo la importancia del presente en relación a todo lo que hemos querido, y sobre todo, a lo que querremos, no nos queda otra alternativa que saber valorar la importancia de todo cuanto nos rodea. Atentar contra el medio es hacerlo contra uno mismo. Cuando uno a alcanzado la felicidad consigo mismo la tarea se transforma casi en una labor social, pues necesitamos de individuos felices como nosotros para potenciarnos.

          Seremos padres, espero, en algún momento de nuestra vida, y nuestra será la responsabilidad de generar algo a partir de todo lo recibido hasta el momento. No cualquier combinación servirá para crear a alguien válido. No todas las personas son válidas en función de las ideas de uno. No nos sentiremos orgullosos de cualquier cosa. Y esa tarea no empezará ni mucho menos cuando te plantees tener hijos. Esta tarea lleva perpetuándose desde mucho antes de que nadie pensase sobre ella. ¿Cómo no iba a ser así cuando la vida está completamente ligada al fenómeno de la herencia? ¿Acaso no es el código genético su metáfora más pura? ¿No es sino la representación de su importancia?

miércoles, 11 de julio de 2012

La inteligencia

          ¿Estaría mal considerar la inteligencia como la única capacidad a valorar? ¿Acaso no es y ha sido la inteligencia lo que ha permitido vivir al individuo mejor? ¿No es la profundidad que otorga el conocimiento lo verdaderamente precioso de esta vida? ¿Qué puede valorar quien nada sabe? ¿Qué sabe la gente?

          La inteligencia, cuanto menos, está poco valorada en nuestro días, socialmente hablando, por no decir desprestigiada. Es una minoría quien se preocupa por aprender y profundizar en diversos aspectos del conocimiento. Quienes no lo hacen simplemente presumen de sus otras supuestas "capacidades". ¿Pero qué valor puede tener una capacidad si no es integrada en un todo? ¿Se puede presumir de habilidades que no estén integradas en una inteligencia? ¿Hasta donde te puede aportar una persona que no sea inteligente?

          Es muy común esta despreocupación. "Bah, ¿para qué voy a querer ser inteligente si ya tengo todo ésto?". La gente "considera" que tiene habilidades, que al no estar comprendidas y compartidas en una amalgama de conocimientos, terminan siendo nada más que parcelas aisladas donde no se puede construir nada de valor, pues estando diseminadas en la personalidad, son demasiado pequeñas en si mismas como para edificar ninguna realidad.

          Desde mi punto de vista, los primeros culpables de esta situación son los padres. Dada su preocupación de que su hijo destaque en un determinado ámbito, les importa más ésto que el hecho de que su hijo sea una persona que realmente esté entendiendo lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Todo ésto les puede suponer más que un problema, ¿cómo van a transmitirle todo ésto a su hijo? Mejor engañarlo, criarlo en un ambiente dónde los errores compartidos se obvien. Y así se perpetúa la cadena de la ignorancia.

          Aun así la responsabilidad nunca es de los padres, ya que cada individuo tiene para consigo la responsabilidad de superar a sus progenitores. Pasada cierta edad es incoherente culpar a nuestra familia de cualquiera de nuestros males, pues pasamos a ser independientes de ellos hace ya tiempo. La gente mantiene una excusa para evitarse un esfuerzo, delegan en otros responsabilidades que son suyas. Nosotros también educamos a nuestros padres pasado un tiempo, pues pertenecemos más a los nuevos tiempos que se estén viviendo. Privarles de este aliciente de la paternidad es una crueldad por nuestra parte.
       
          La ilustración fracasó en sus axiomas. Hace falta más que la oportunidad de adquirir conocimiento; hace falta un atractivo. Debemos preocuparnos de que la inteligencia sea el mayor de los dones que se puedan tener. Los seres inteligentes han de poder alzarse sobre los ignorantes, y deben hacerlo. La aceptación del ignorante por parte del inteligente, poniendo a este primero a su mismo nivel, hace que el ignorante no se preocupe por su realidad, pues considera la inteligencia como una concepción más, como algo que tiene la misma importancia que cualquier otra cosa.

          Lectores y amigos míos, eso no es así. El inteligente siempre tendrá más oportunidades de disfrutar la vida, pues podrá entenderla mejor y saber como actuar en función de sus deseos. La inteligencia es algo más que la adquisición de conocimientos, ya que éstos deben relacionarse entre si, generar estructuras e ideas propias con las que enfrentarse a la vida; de nada sirve el hombre-enciclopedia existiendo Internet. El conocimiento genera propiedades emergentes que mejoran a la persona.

          Ahora bien, la adquisición de conocimientos siempre es un primer paso, y sobre todo, imprescindible. No podemos abandonarnos en el relativismo de lo que supone la inteligencia y afirmar muy orgullosos de nosotros mismos: "Yo soy tan inteligente como cualquier otro."

          No, lo siento, el esfuerzo es imprescindible, y la inteligencia nunca ha sido regalada.

Justicia

          No espero ningún tipo de equidad por parte de la naturaleza. Jamás esperaré despertarme y observar que el mundo está como debería de estar, pues ni si quiera creo en esa idea. No, ese mundo sería un desastre. ¿Dónde quedaríamos nosotros si el mundo no fuese un lugar injusto, despiadado y cruel? ¿Dónde queda nuestra fuerza de voluntad para cambiar aquello que deseamos para nosotros? Creyendo en una providencia divina o determinista nos abocamos a la aceptación total y completa de nuestra realidad, ¿y es ésto positivo?

          Un cierto grado de estoicismo, dada la imposibilidad de cambiar ciertas realidades de nuestra persona, y la indulgencia con aquello que no deseamos, siempre nos aportará un componente esencial para una vida plena, dado que no debemos descargar nuestras energías en una tarea imposible; ésto sería contraproducente e inútil, pues perderíamos nuestro potencial como personas en un pozo sin fondo.

          Igual de importante es la pólvora en nuestra personalidad. Hemos de saber observar lo inmundo de esta vida, con el único fin de poder dinamitarlo, de poder utilizar nuestra capacidad para eliminar aquello que, consideramos, si no existiese, nuestros congéneres tendrían más espacio para desarrollarse. Pues es incierta la idea de que el resto o el entorno no nos importan, o no influyen en nosotros ciertos tipos de comportamiento. Un sistema complejo se caracteriza por una gran influencia de unos elementos sobre otros, por una gran interrelación, de la cual, sin duda, hace gala nuestra sociedad.

          Nuestra vida ha de estar igual de dirigida a la creación que a la destrucción. Jamás hemos de considerar que no somos quienes para cambiar algo, que debemos dejar las cosas tal y como están. Si nuestra percepción de la vida nos dice que hemos de luchar contra algo, adelante. No debemos temer ni un juicio social, ni un castigo por parte de nadie. ¿Qué nos importa aquel que defiende aquello que nosotros odiamos? Nosotros elegimos a nuestros congéneres; nuestros congéneres nos eligen a nosotros.

          No todo el mundo es nuestro prójimo. No todo el mundo se preocupa por la realidad en el mismo grado y modo que lo haces tú. Ni si quiera a todo el mundo le preocupa la vida. Hemos de tener la confianza en nosotros mismos de, por lo menos, creer en lo que hacemos. Ser crítico es indispensable, pero ello no ha de conllevar una duda en nuestros propósitos o ideas. La crítica no ha de hacer sino más fuertes nuestras concepciones.

          Nada es justo o todo es justo. La relatividad de los conceptos anclados en el humanismo nos lleva  a un estadio de tal individualidad que el nihilismo se cierne sobre nosotros como una espesa y negra sombra. Sólo actuando con sinceridad y fuerza conforme a nuestra concepción del mundo podremos experimentar cual es el grado de verdad que tienen nuestras ideas. Pues si nos ocultamos, nos rechazamos a nosotros mismos, tratamos de pensar según lo impuesto, no estamos sino obstaculizando el verdadero progreso de justicia, eliminando la posibilidad de analizar diferentes posturas e ideas, en pro de alcanzar el verdadero sol.

domingo, 27 de mayo de 2012

Educación y madurez

          ¿Hasta dónde vale la pena seguir luchando? Somos animales y nuestras energías menguan, se agotan con el paso del tiempo. Todavía es pronto para decirlo, pero los años son una realidad más que vigente, y uno ya no goza del ímpetu o la ignorancia primera de la adolescencia. El idealismo, la batalla feroz contra lo indeseado, lo cambiante de nuestra personalidad... Todo éso pasa, en mayor o menor grado, y queda sustituido por la tranquilidad o el sosiego de la madurez. Nuestra realidad cambia, y pasa a ser otra más tranquila, monótona, sin altibajos. Aceptar lo que eres y a los demás, principalmente. ¿Por qué?

          La educación que nos ofrecen nuestros padres conforman un primer marco de lo que sería nuestra existencia. Aprendemos a recibir y tratar la realidad según unas pautas y cánones que nos son transmitidos a través de ellos. Es importante saber valorar las enseñanzas de nuestra familia. Ahora bien, jamás hay que olvidar quienes son nuestros padres, y que al igual que nosotros, son personas, con sus manías, sus problemas y sus visiones idiosincrásicas de la vida.

          La idea primera que nuestros padres nos otorgaron de la vida ha de cambiar, evolucionar con el paso de los años. No estancarse en los conceptos que decidieron mejores para tu educación es vital para poder acceder a todo aquello que tus padres no tuvieron la suerte de poder: has de mejorar el material bruto que te dan tus padres.

          Ésto es algo que todos compartimos: una familia, sus ideas, manías y dificultades. Más tarde entra en juego un factor más ligado al ambiente, al lugar de procedencia del individuo: su ciudad, su pueblo, su colegio, sus amigos... Todo ésto, sin ser parte de una enseñanza tan directa como la que conforma la familia, juega un papel indispensable en lo que supone el choque de distintos paradigmas y situaciones en esta vida: toda persona, al igual que uno mismo, ha tenido unos padres que le han enseñado qué está bien y qué está mal. Da igual que se viva en una misma cultura, población o gente con un determinado tipo de vida, dichas enseñanzas podrán diferir unas de otras tanto como tipos de personas hay. La enseñanza recibida por parte de los padres siempre estará más o menos presente, en función de la independencia de la persona.

          Así pues el problema de la personalidad transmigra al problema educacional, y más tarde forma un papel indispensable a la hora de la creación de un paradigma individual. Hay que ser conscientes de cómo las personas estamos empapadas de un sesgo cognitivo u otro, debido a nuestra educación, y que como individuos siempre hay que estar atentos para evitar caer en los mismos errores del pasado. Nuestros padres no estarán de acuerdo con muchas de las cosas que hagamos, pero en su mayoría por una falta de comprensión o comunicación. Todos somos hijos de alguien, y hemos mejorado la especie con nuestra existencia. Pero sólo los mejores son capaces de tener hijos y crear con ellos algo mejor que lo que precede.

          En la relación con los demás se hacen patentes estas diferencias de base entre unos y otros. Mientras un determinado grupo de personas carece de un conjunto de habilidades que tú puedes considerar primordiales, a ojos de otro observador le puede parecer correcto y suficiente su compendio de capacidades.

          Ya no tiene que ver con el individuo, su evolución o su personalidad, sino con aquello que le forma desde la base, desde un punto de vista inconsciente, que quizá incluso ellos desconocen. La educación recibida subyace a todas las ideas y actitudes que podamos tomar, y si no se controla, pasan a ser las ideas y actitudes en si mismas, sin poder nosotros elegir qué es mejor para nosotros o qué tipo de cosas nos gustaría hacer o juzgar. Cuando la gente se abandona a lo aprendido, a la base que ha recibido durante toda su vida, se vuelve incapaz de evolucionar, de comprender e interiorizar nuevas formas, ideas o conceptos. Es más difícil la evolución cuando se ha encontrado un nicho donde vivir. Por eso el crecimiento implica cierta tranquilidad, pues habiendo encontrado una forma de vivir que nos ha permitido sobrevivir, ¿por qué íbamos a experimentar cosas nuevas?

          Hay que tener cuidado en cómo nos relacionamos con el resto, sabiendo siempre valorar de donde viene cada persona y qué vida puede haber tenido. Cerrarse frente a los nuevos estímulos y vivencias puede ser uno de los pocos factores negativos de la madurez. Hemos de evitar sentirnos con esa plenitud en las formas, jamás considerar que hemos encontrado un nicho social lo suficientemente bueno, pues sólo significará que nuestros sesgos han tomado el completo control de nosotros.

jueves, 3 de mayo de 2012

Análisis y seguridad

          Cuando se trata de temas subjetivos y a la vez profundos, lo mejor es tratar de sistematizar nuestras conductas en pro de buscar respuestas. La seguridad, la confianza en uno mismo, se ve como algo intrínseco a algún tipo de personas, con unas determinadas características, y nunca como algo de lo que disfruten la mayoría de seres humanos. ¿Por qué?

          Nadie tiene unas certezas mayores en su vida, y mucho menos unas respuestas que le permitan descargar todo el peso de la responsabilidad en algo externo. Todos estamos condenados a desarrollarnos como personas sin saber como hacerlo, y sin tener más ayuda que nuestra familia. Así pues, es normal esa sensación de inquietud frente a la vida misma, que nos haga plantearnos la veracidad de nuestros veredictos, y de si valdrá la pena sacrificarnos, sentirnos negativamente, por conseguir algo más. Todos estos problemas y muchos más van atados a la firmeza que una persona pueda ostentar. La pregunta es, ¿qué puede haber en común entre este tipo de personas, capaces de gozar de una vida sobria? ¿Qué les permite defender sus posturas con esa seguridad más propia de una idea que de un ser vivo?

          Todos poseemos un cerebro, una herramienta pulida a través de la evolución animal, capaz de procesar información a unos niveles todavía no entendidos del todo. Lo que sí sabemos es la cantidad de procesos y realidades que es capaz de llevar a cabo esta maravillosa máquina de ingeniería al mismo tiempo. Dado que con ella podemos procesar la realidad, extraer conclusiones y aprender de ella, considero que aquí se halla el quid de la cuestión: en el análisis.

          La seguridad en uno mismo es algo intangible, es algo subjetivo, no es real. Tiene que ver con el sentimiento, con una emoción o instinto que nace de nosotros a la hora de relacionarnos con el otro. Evidentemente, quien se encuentre en una situación de desconocimiento, quien no tenga la capacidad de modelizar las conductas de los demás e intuir cómo podrían actuar(por lo menos reducir el número de posibles respuestas), quien no pueda gozar de todas esas capacidades de síntesis humana, es normal que se sienta perdido, amenazado por unos animales que presentan las mismas capacidades y voluntades que uno mismo: vemos un depredador, tan fuerte e ingenioso como nosotros, y no podemos predecir sus movimientos. Somos una presa fácil en ese instante.

          Sin embargo reside en nosotros la capacidad de desarrollarnos en congruencia a otros seres humanos, tratando siempre de entenderles, de conocer sus por qué, y sobre todo, de intentar ahondar en ellos, tratando siempre de llegar a lo más primordial e importante para una persona. Entonces, dejaremos de ver al resto como extraños. Esa sensación de miedo o inseguridad dejará de tener sentido, pues conocerás a tus congéneres, sus actitudes y reacciones, y no tendrás nada que temer, pues ya conocerás el terreno y a sus individuos.

          Nadie se siente seguro porque sí, todos tienen sus razones. Hay quien se cree mejor, hay quien piensa que no le pueden dañar, hay quien le da igual que le dañen... Pero al final todo reside en una concepción de la realidad, en una forma de procesarla, y jamás de algo innato o independiente de la persona: uno crea su propia seguridad, crea sus propios sistemas para poder vivir en paz.

          Hay que luchar contra todo aquello que nos cohibe, nunca me cansaré de decirlo. Cuanto más fuertes seamos, cuanto menos miedo tengamos, más podremos aportar a este mundo, a nuestra gente, y más podremos vivir a gusto con nosotros mismos; y lo que otras veces es mucho más difícil: con el resto. Mientras no podamos sentirnos liberados del mal que pueden causarnos otras personas, mientras no las entendamos y sepamos el porque tanto de lo bueno como de lo malo, no podremos sentirnos a gusto y tranquilos en las situaciones sociales. Y sin la sociabilidad, el individuo no es nada.

domingo, 29 de abril de 2012

La pequeña aristocracia

           Antes de comenzar me gustaría aclarar que durante todo el texto defenderé una postura dirigida a los pequeños grupos de personas o comunidades. Con ésto me refiero a un grupo de amigos, una familia, un grupo de trabajo, una finca con sus correspondientes vecinos... Desde luego la aristocracia a un nivel social es muy difícil de esclarecer, ya que siempre estará el sesgo de quien elige qué es la aristocracia. Por otro lado, en grupos pequeños, quizá no lleve más de una tarde aclarar que significa, para ese grupo, aristocracia. Una vez aclarado esto, y evidenciando que no voy a defender ningún régimen fascista, que sé cómo os gusta buscarme las cosquillas(y cómo yo lo disfruto), comienzo.

          La grandeza de espíritu parece haberse perdido a causa del materialismo imperante en nuestro días. Teniendo al alcance de nuestra mano bienes y servicios que nos facilitan la vida, y habiendo escapado de los regímenes tribales, parece haber perdido valor la postura del hombre que protege y se sacrifica por el grupo, que lucha contra las adversidades de todos aunque sea muy a su pesar. Esa voluntad de sacrificio ha sido vetada, y sustituida por un egoísmo simplón y banal, con ciertos toques de humildad enfermiza.

          El egoísmo no sería un problema en si, dado que es algo natural en el ser humano. Lo negativo es la despreocupación por la vida en comunidad. ¿Por qué abandonar esta posición alfa que tanto puede beneficiarnos a nosotros y al resto? ¿Por qué no ocupar un puesto dominante en nuestras relaciones, cuidar nuestro entorno y de las personas que queremos? La gente ha relacionado directamente las posturas poderosas con la gente despreciable. Por lo general, a la gente no le gusta sentirse cerca de alguien con más poder o autoridad, sobre un grupo o sobre uno mismo, y prefieren relacionarse con gente más ignorante de cómo funcionan las cosas o despreocupado de las personas en si mismas.

          Pero más allá de lo que pueda sentir la gente hacia estas personas, pues siempre se ha sabido que la envidia destruye las relaciones, me pregunto por qué la gente, individualmente, no desea obtener este tipo de posturas más cercanas al papel de jefe de tribu que de consumidor del McDonalds.

          ¿Será una cuestión de responsabilidad? ¿De miedo a la responsabilidad? Ostentar una figura importante, tener la obligación de cuidar del resto, conlleva tener que entender a tu gente y trabajar con ella. No siempre saldrá bien, serás tú quien tenga que cargar con las culpas. Quizá tú sólo tratabas de buscar un bien mayor, pero eso no sabrá verlo siempre todo el mundo, y se achacarán los problemas causados a tu persona, no a la situación o la casualidad. "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad", y pocos poderes habrán más grandes que la seguridad y la firmeza del carácter, y la idea de tener que ayudar al resto de la gente con ello.

          También está el problema de que es algo muy mal pagado, y no estamos hablando económicamente. Quien no tenga esa misma fuerza de voluntad que tú, y aunque lo que digas y hagas les parezca bien, siempre se criticará tu postura digna e inquebrantable. Duele mucho ver a alguien dando ideas a un grupo, dirigiendo la situación, cuando el observador es una persona que no puede dirigirse si quiera a si mismo. Así pues mucha gente no aceptará estas posturas más potentes, y siempre abogarán por personas más humildes y menos altivas. Este tipo de personas son fundamentales, pues sólo se puede mejorar a través de la crítica que nos obliga a ser mejores. Por otro lado, si la crítica se convierte en algo personal, olvidando de nuevo la necesidad de un bien mayor por el grupo, estará olvidando que sólo se perjudica a si mismo y al resto.

          Todos somos conscientes de que existen estos tipos de líderes en nuestras pequeñas comunidades. Personas con una carisma o fuerza especial que anima a todo el grupo a hacer cosas mejores y cuida de ellos. Ahora bien, no está muy claro que les parezca correcto. Se disfruta de la existencia de estos individuos, pues trabajan por la cohesión y bienestar de las personas, pero desde un punto de vista teórico, la gente no lo acepta, y le parece una injusticia, ya que no todo el mundo puede gozar de esas cualidades necesarias. ¿Por qué? Todos podemos leer, estudiar, conocer, volvernos personas más firmes, humanas y convincentes, todos podemos convertirnos en alfa. Sin embargo, esto conlleva un esfuerzo, por tanto un sacrificio, y como ya hemos dicho al principio, la capacidad de sacrificio de nuestra sociedad actual es nula.

          Hemos de abogar por estar rodeados de gente fuerte, o al menos de gente que nos aporte felicidad y cosas buenas a nuestra vida. No podemos aceptar a parásitos sociales en nuestros grupos, que se nutran de nuestras ideas y experiencias, y después no quieran trabajar en si mismos para poder enseñarte algo a ti después. Nadie es "líder" en todo momento, pero si estamos esforzándonos en mejorar, en gozar de una grandeza de espíritu, sí seremos los mejores en un determinado momento, y entonces se será ese director, ese jefe preocupado por la supervivencia del grupo y el bienestar de sus integrantes.

          Parece que esté mal considerarse alguien que puede hacerle un bien a los demás. Parece que esté mal explicarle a alguien que debería hacer si quiere sacar más provecho de su vida. A la gente le molesta alguien con esta soberbia, aun cuando sólo da consejos y no órdenes. Les preocupa más ese sentimiento infantil que el provecho que podrían sacar de analizar las posturas que se les presentan. Prefieren obrar de sentimiento, y perder oportunidades, que aceptar la superioridad del otro y aprender de ello.

viernes, 27 de abril de 2012

Los otros

          Aquellas incongruencias propias de la ignorancia y los instintos, que pude llegar a controlar en el pasado, como el deseo ferviente de relación humana o la necesidad del cariño incondicional de otros, reaparecen en un estadio mucho más elevado de mi personalidad. Tras mi carrera y evolución personal, tras todo mi empeño en conocer más y en adquirir una autonomía individual, sigue doliéndome no gustarle a determinadas personas, no ser capaz de despertar en ellos un interés ulterior. Por mucha individualidad y capacidad para la soledad que haya desarrollado, ésto continúa devanándome los sesos.

          Tratando de darle una explicación al por qué del torrente de sentimientos negativos, que tanto puede chocar contra mi postura positivista, me encuentro frente a un Marzo que busca algo más en sus relaciones sociales, donde el placer y el interés puedan pasar a un segundo plano, y lo importante pasa a ser el sentimiento motor. Este nuevo yo, o quizá mi primer yo, necesita alguien con quien compartir toda su vida interior, tan rica y llena de matices, que tan diferentes considero del resto. Contemplo toda mi evolución como medio para poder aportar algo a los demás, para resultar un individuo digno en existencia, que sea capaz de enseñarle algo al otro. Quizá no quiera más que compartir todo aquello que he aprendido y tan feliz me hace.

          Así pues, salto a la siguiente incógnita, la cual se vuelve más incisiva y peligrosa. ¿Por qué, entonces, no se da esa situación de bienestar esperada? ¿Por qué, al parecer, tienes tan poco que aportar al resto? ¿O por qué al resto le importa tan poco lo que les puedas aportar? El problema pasa al plano de la culpabilidad, de buscar razones fuera del yo.

          No me importa todo el mundo, me parece algo redundante aclararlo. Me esfuerzo continuamente en discernir sobre quién puede valer la pena y quién no, pensar tras meticulosa observación qué cosas buenas podrán tener las personas, y cuál será el grado de relación a buscar con ellas. Necesito sentir que hay gente capacitada ahí fuera con la que puedo compartir ideas y sensaciones, con quien puedo compartir este absurdo recuadro de espacio-tiempo que sufrimos; con quien pueda reírme. Al final se convierte en la simple postura de querer dar al otro, e incluso se podría decir que guardo una postura muy cristiana últimamente, sólo que mucho más estricta a la hora de esclarecer quien es mi prójimo. Pero una vez encontrado a un semejante, encontrado ya el individuo con quien se querría disfrutar, ¿cómo se hace para transmitir ese flujo de ideas hacia la otra persona? ¿Cómo acercarte a una persona de una manera tan racional?

          La gente obra de sentimiento, y sólo después generan sus razones en pro de justificar sus actos. Las personas esperan relaciones humanas completamente basadas en el sentimiento. Y el sentimiento, pese a su gran poder, suele aparecer con el tiempo, con el rodaje y el lijado de las relaciones. Pero me remito a una idea mencionada ya anteriormente: ¿qué mérito tiene ser un esclavo de la simple situación? ¿Por qué tener que esperar a que el tiempo haga su sucio trabajo? ¿Por qué no elegir conscientemente que hacer con nuestra vida? Debería haber algo más allá de la simple casualidad en nuestra vida personal.

          No olvido que esto es un análisis subjetivo, y que jamás se puede llegar a entender del todo las acciones e intenciones del otro. Aun así, considero que la persona tiene mucho más poder sobre la vida y sobre sí misma del que concebimos, y que no es justo abandonarse a la vida cuando se tiene el poder de tomar el control sobre ella.

          Quiero a mucha gente, y cada vez más quiero a más gente. Los sentimientos se vuelven profundos en mi, y con la razón como directora, avanzo cada vez más en mis relaciones. La profundidad que busco en las personas es encontrada con más frecuencia, y la gente crece y pierde el miedo a hablar de determinados temas. Pese a ello, sigo observando mucho potencial desperdiciado, mucha gente con un poder inconmensurable que sigue privada de su autonomía por culpa de unos pocos desgraciados que les habrán obligado a convertirse en eso.

          Rebeláos, pero rebeláos contra vosotros mismos. No os quedéis en un simple "Soy así", pues no es más que una falacia, una redundancia sobre la personalidad. Esforzaros en ser mejores, en ser capaces de recibir y de dar más. No os quedéis donde os dijeron que estaba la meta, continuad hasta arrollar con todos los límites. Veo personas que ya son únicas y ni si quiera han empezado con su vida consciente. Veo personas que quizá tengan miedo a despertar todos sus monstruos interiores.

viernes, 30 de marzo de 2012

Mi dolor

          Me siento completamente desagarrado por todo aquello que me rodea. Cada vez me cuesta más sentirme a gusto en una situación normal y noto cómo necesito crear algo diferente e inesperado para estar conforme. Noto al monstruo golpeando en las paredes de mi interior, ansioso por salir y quitar de en medio a aquellos que tan nervioso le ponen. El monstruo sigue haciéndose más fuerte y yo no soy capaz de hacer nada para evitarlo, ya que en mi propio goce está la creación de este.

          Cada vez se me hace más difícil acercarme al otro. En distintas ocasiones me hallo frente al abismo que me separa de mis compañeros, y en ese momento soy consciente de que mar de situaciones nos separan: padres, colegio, amigos, parejas, familia, enfermedades, oportunidades... En un mundo donde la gente destaca por sus diferencias, ¿hay espacio para la conexión humana?

          Sufro constantemente la diferencia de base entre mis compañeros: ellos aprenden ahora lo que me enseñaron antaño; yo aprendo ahora cosas que para el resto parecen obvias. Me sorprendo a cada paso de mi superioridad y de mi ignorancia. Todo está demasiado lleno y a la vez demasiado vacío. Ya no es cuestión de elegir al yo o al resto, es cuestión de que el resto quizá no sepa ver lo positivo en ti. Qué importará la evolución si después son los demás quienes juzgan dicho progreso. ¿Habremos de evolucionar en función a nuestros semejantes? ¿Quienes son nuestros semejantes?

          El mar de dudas siempre fue una constante, pero éstas comienzan a tornarse puntiagudas y afiladas. El tiempo perdido, las capacidades ignoradas, vuelven de la nada para increparte el haber desperdiciado potencial en ti en vez de en agradar al resto. Y tú, ahí pasmado, te preguntas cómo diablos puedes pensar eso, cómo después de tanta seguridad tratas de echarlo todo por tierra. Todo tu individuo, toda tu evolución, echada a perder por los demás, por tu deseo y necesidad del resto.

          Es absurdo, lo sé, pero después de dieciocho años sigo sintiéndome igual que cuando era un niño. Ignorante, maleducado, insuficiente a los ojos de la gente capacitada. La inseguridad de mi juventud temprana vuelve con la potencia que la edad me ha dado. La dualidad entre plenitud y vacío me hace temblar frente a la incapacidad de encontrar respuestas.

          Así pues no puedo esperar más que seguir como hasta ahora, con más conocimientos, más inteligente, pero siempre en el mismo paradigma, siempre en el mismo punto. Quizá el determinismo sea la mejor de las posturas y nuestra evolución no sea más que una ilusión. Quizá sólo sea una cuestión de tiempo. Pero entonces, ¿qué mérito tiene?

martes, 13 de marzo de 2012

La necesidad

          La vida son necesidades insatisfechas. No hay nada más duro, pero tampoco nada más real. La belleza que procura el exterior nos hace anhelar realidades ajenas a nosotros; deseamos poseer todo aquello que no tenemos. Si se es inteligente, cuanto más difícil y extraño supone lo otro, más se retuerce y vira nuestro deseo. Apenas hay ningún control sobre las cosas que queremos. No sé si me explico: sólo se quiere lo que no se tiene. Conforme se tiene, se olvida; y cuanto más queda por conseguir, más amamos.

          Me dijo el camarada una vez: "Sólo podemos conocer lo que amamos". En un primer momento le discutí, y pensé que aquello nos dejaba en una postura demasiado desnuda y vulnerable. Tras la maduración de dicha idea, me doy cuenta de que no hay refutación posible: sólo entregándonos, sumergiendonos en lo que el sentimiento nos produce somos capaces de observar nuestro verdadero yo, y en particular, la esencia de lo amado.

          Para nada estoy hablando del amor entre un hombre y una mujer. Una postura que destile amor es aquella en la que nosotros nos entregamos a lo diferente en pro de satisfacer. No sorprende que en esta época donde el individuo se encuentra mutilado, las respuestas respecto al amor sean, cuanto menos, deformes. Nada hace crecer más a la persona que poder valorar y apreciar lo ajeno. Así pues, el amor es fundamento indispensable el paradigma del individualismo. No podemos esperar nada mejor de nosotros si no somos capaces de hacer nada mejor por los demás, que son el único árbitro objetivo de nuestra existencia. No hay nada malo en esforzarse para agradar a la gente que valoramos.

          Seguimos, en cambio, sin resolver nada, sin llegar a ninguna solución del problema, que no es otro que intentar vivir en paz con el resto. Porque ahí está el verdadero enigma, donde se presentan la ingente cantidad de respuestas posibles y válidas.

          Si el solipsismo fuese cierto y toda realidad fuese creada por nosotros mismos, no habría mayor dificultad: aceptaríamos nuestro individuo como medida de todas las cosas y punto. Esto supone ignorar demasiadas verdades empíricas y, por supuesto, menospreciar todo lo que nos rodea; en un momento esto pudo tener sentido, pero ahora ya no. Debemos buscar una respuesta que consiga satisfacer tanto nuestras necesidades como las del medio, que en nuestro caso son los demás. No podemos obviarnos a nosotros ni a los demás. No hay nada más importante que estas dos cosas; quizás no haya nada más. Así nace pues la importancia de una individualidad y una socibilidad sanas, sin prejuicios ni perjuicios, capaces de cambiar, de querer, de sentir. Solo andando con estas dos compañeras podremos crearnos fuertes, con vigor, capaces de superar la verdadera dificultad que supone querer; capaces también de entender el sentido que esto tiene frente a la misma soledad. Si olvidamos la importancia de alguna caeremos en una rápida y súbita decadencia.

          Cambiamos, olvidamos, destruimos y volvemos a crear; nuestra subjetividad cambia en cada instante. Por otro lado, la linealidad de nuestra vida, y en cierta medida de nuestro entorno, siguen como constantes en toda esta ecuación. Todos estos nuevos textos, estas diferentes posturas, pueden ser más brumosas, menos claras e incluso más infantiles. Sin embargo no puedo ignorar toda esta nueva información que continuamente recibo. Solo yo y tú tenemos la capacidad de conmovernos. La realidad sigue sorprendiéndome a cada momento y deberíamos preocuparnos en abrazar este sentimiento.

jueves, 8 de marzo de 2012

Subjetividad y engaño

          Últimamente pongo en duda todo lo que se refiere a mis capacidades, a mi potencial. Olvidé, empiezo a dudar, qué capacidades eran parte del personaje y cuáles son mías. No tengo una división muy clara de qué cosas soy capaz de hacer y cuáles son obra de mi imaginación. Pongo en duda la utilidad de todo lo aprendido hasta ahora, y me pregunto si estuve engañado, o simplemente descansando.

          Todo se desdibuja demasiado. La capacidades a obtener y desarrollar en nuestra persona en un momento determinado, ¿tendrán alguna utilidad en el yo futuro? ¿Hay algún conjunto de actitudes que han de mantenerse como constante? Cada vez me planteo más la importancia de lo acontecido hasta ahora, y me pregunto si no empezará ahora el ruedo.

          Es importante ser conscientes de nuestro tiempo, del tiempo que nos queda en determinadas situaciones. Ya no hablo simplemente de que tú mueras, sino de que un paradigma termine: un curso, una relación, una primavera... Todo termina y se lleva con ello algo único e irrepetible. Llego a tener verdadero miedo cuando pienso que una etapa se llevará consigo personas y situaciones preciadas, como ya pasó otras veces.

          El sentimiento de incapacidad también resulta increíble. La simple concepción de la realidad, en el sentido más subjetivo de la palabra, condiciona en cierta manera la realidad misma. ¿Se es más capaz cuando uno se cree capaz? ¿Considerar que no se tiene cierto poder disminuye tu capacidad para ejecutarlo? La subjetividad me trae de cabeza. Quizás el engaño forme parte esencial de nuestra enseñanza; quizás necesitemos de mentiras para poder evolucionar correctamente.

domingo, 4 de marzo de 2012

Fingir y sentir: nuestra generación

          Tengo un mar, un torrente, una cascada de sentimientos que nunca he sabido muy bien como expresar. He sido una persona llena de impulsos, emociones y pasiones que siempre se ha preguntado cuál es la forma óptima de ser. Cuáles han de ser nuestras decisiones, cuáles han de ser nuestras posturas... No sé a quién he de querer porque todo me parece relativo. Cuando decido a quién odiar, al final siempre termino sintiendo remordimiento. Todo se me hace demasiado sentido y difícil. ¿Se puede ser malo cuando uno quiere rendir cuentas?

          Todo esto no me importaría lo más mínimo si fuese una persona como otra más. Cuando se está diluido entre las acciones de cientos de personas, tus fallos, tu forma de ser no será juzgada con tu persona como principal imputado, sino que los fallos de tu voluntad serán repartidos entre toda la gente que actúe como tú. Sin embargo, todo lo que atañe a mis posturas, a mis deseos, a mi voluntad está intrínsecamente relacionado conmigo y mis influencias. No podré culpar a nadie más que a mi cuando las cosas vayan mal, en contra del resto de gente que busca continuamente en quién descargar sus males.

          Siempre he tenido la sensación de que debo demostrar algo. Tengo la necesidad de demostrar que todas mis posturas son compatibles con una vida digna y plena. Quiero ver como la vida sigue su camino y yo sigo con ella, quizás desde lejos, expectante y cínico, pero siempre vivo y con fuerzas. Sin duda alguna quiero que la gente me juzgue con el tiempo.

          Cuando quieres a las personas nunca se sabe como actuar. Quieres que tus posturas impresionen, te hagan interesante, con cierto morbo, incluso despiadado. Por otro lado tienes que parecer una persona bondadosa, dulce y amable. Es realmente difícil gustar a la gente hoy en día. Hay tantas ramificaciones de la personalidad, hay tantas formas distintas de enfrentarse a la realidad que, cuanto más se diferencie uno, el número de individuos con los cuales te puedas relacionar se reduce exponencialmente. Antaño no había posibilidad de gente que conociese tantas cosas diferentes, y por lo tanto, el denominador común era mucho más general.

          Muchos tomamos la resolución de fingir para tratar de vivir en paz. Es la forma más fácil de agradar al resto, de evolucionar, de ser todo lo que se quiere y quieren de ti. Con un poco de esfuerzo y táctica se puede conseguir casi cualquier cosa dentro de este campo. Pero de nuevo nos encontramos frente a la tesitura de una realidad controlada y fría, aburrida. ¿Hasta que punto a una persona tan llena de vida y sentimientos le puede llenar una realidad fingida? Sé que muchos de vosotros también sois así, no estoy hablando para nada sólo de mi.

          ¿Cómo hemos llegado al punto en el que fingir se vuelve la postura adecuada? ¿Hasta qué punto nos hemos convencido para mantener unas posturas y actitudes? Pienso continuamente en que siempre concebimos en una realidad juzgada por la gente del presente, y esto nos preocupa; craso error. Nuestros actos, nuestra realidad será juzgada por la gente de un futuro cercano, por gente que estudie nuestra época, no por nuestros padres. Es decir: nuestra vida será juzgada por gente más parecida a nosotros que a la que actualmente nos impone ciertos valores.

          Esta idea se me hace difícil de expresar: somos una generación. Nosotros creamos una realidad que después será estudiada de una manera abstracta, pero en cualquier caso, nueva. Los hippies de los '60, el punk de los '80, el estilo que empieza a destilar los '90... Todos implican realidades nuevas. Nosotros no vamos a ser, a ojos del futuro, ni hippies, ni punkis, ni rockeros... ¡Nosotros estamos creando las nuevas tribus sociales! No sé si se me entiende.

          Somos únicos e importantes, por lo menos para nosotros. Somos una generación que ha podido observar gracias a Internet recónditos de la realidad que habían sido ignorados por muchos de nuestros antepasados. Hemos vivido la sociabilidad de modo casi enfermizo en nuestras ciudades, y muchos hemos tenido la suerte de descubrir a nuestro individuo como algo increíble, potente, digno de admiración y culto. Hemos tenido la oportunidad de conocer gente completamente distinta e inesperada, al igual que gente con la que compartimos tanto que nos asusta.

          Es normal que hayamos sentido cierto miedo, cierta incomprensión hacia el medio. Se podría decir que estaba casi determinado el tomar la actitud de mentir a los demás para hacerles bien. Pero ya está bien. Hemos de crear algo único, irrepetible, algo digno de estudio y análisis. El histrionismo estará patente en ello, pero no puede ser el personaje principal. No debemos fingir para poder ser, o no habrá nada que estudiar en nosotros.

lunes, 27 de febrero de 2012

The Wall

          Es interesante el mar de fuerzas, de emociones y de pasiones que sentimos en nuestro interior. Implacables energías que nos impulsan en una dirección, convenciéndonos de que algo es beneficioso para nosotros; quizás todo lo contrario. Es curioso como decidimos que voces somos nosotros y cuales no; el sistema que utilizamos para quedarnos con lo que consideramos el yo.

          Es un importe dilema en torno a la sociabilidad. Tenemos cantidad de razones tanto para aislarnos como para entregarnos a los demás. Nuestro interior, nuestra psique, nos grita desde lo más profundo palabras, ideas que no llegamos a entender, contradictorias entre si. En un pasado todo pudo ser brillante y claro, ahora las ciénagas y las dudas toman el control.

          ¿Qué somos nosotros, realmente? ¿Cuáles son las decisiones que tomaría yo? ¿Quién soy yo? Siento el instinto anidador de Ikea en mis ideas, con mi vida. Tengo que encontrar las decisiones que me definan como persona, que creen la imagen que espero de mi.

          Podemos haber trabajado mucho en nosotros mismos. Podemos haber forjado una realidad dura y consistente, realizada en si misma y contenta de su propia existencia. Puede que incluso la gente nos apoye y nos anime a seguir con ello. Pero cuando algo cambie, cuando las fuerzas viren de sentido y desees tomar el camino contrario, ¿de qué sirve entonces toda la energía empleada? Somos todo menos algo puro. Cuanto más creemos posturas absolutas, más nos tendremos que esforzar en el futuro de cómo resolverlas.

          El resto y el entorno siempre juegan un papel determinante en el desarrollo de nuestros impulsos. Las ideas que surjan en nuestra cabeza tendrán que ver con la realidad y el proceso cognitivo de procesarla. Parece increíble como las ideas nacen en nuestra cabeza a partir de un desencadenante externo; es algo que he hablado muchas veces con mi padre: ¿cómo aparecen las ideas en nuestra cabeza? Es como escribir. Tú no eres consciente de las ideas que surgirán, pero tienes un bagaje intelectual y de experiencias con las que tu cerebro formará respuestas frente a una realidad dada. No ponemos las ideas en nuestra cabeza, estas emergen tras la filtración de la realidad. Por eso mismo, si queremos que nuestras ideas sean lo más correctas posibles, hemos de preocuparnos de no estar recibiendo simplemente una porción de la realidad, un submundo que nos haga tomar decisiones ignorando todo lo demás que nos rodea.

          El muro, o la creación de él, es muy interesante a la hora de analizar nuestra comunicación. Todos hemos sufrido la soledad en algún momento. Todos nos hemos sentido extraños respecto al resto y hemos sentido la necesidad de distanciarnos de todo, dado que la realidad que obtenemos tan sólo nos daña. Y entonces, en medio de toda esta confusión, desasosiego, ira, miedo y tristeza, creamos nuestro duro e infranqueable muro.

          Un muro de sentimientos, de rechazo, de ideas y de posturas que nos separa del resto. Este muro es más fuerte en determinadas zonas según la persona. Hay quien teme al sexo, al amor, a la amistad, al odio, a la soledad... Y a razón de ello generan una armadura tan irreductible que en ocasiones se olvida dejar una puerta para poder salir.

          Volvemos a lo mismo de siempre: no podemos necesitar cosas. Es débil el tener dependencias, pero todavía más mísero el desconocer su raíz. Continuamente hablo de la necesidad del juicio sobre uno mismo, sin perdón ni piedad. Al igual que debemos tener un intelecto sano y fuerte, nuestra sociabilidad no puede ser diferente. No podemos permitirnos andar con el muro a nuestras espaldas continuamente. En su momento pudo ser necesaria su creación, pero ya no.

          Hemos de evolucionar, no importa que. Si en un momento construir el muro fue necesario, en otro instante su demolición será la única posible vía de salvación para el individuo. "Todo individuo potente necesita de una máscara", como bien dijo Nietzsche, pero hemos de ser más fuertes que él también. Debemos conseguir mostrarnos al mundo tal y como somos, luchando contra el resto en pro de nuestro propio entendimiento, para así poder sortear el abismo de la comunicación con el otro, y poder sentir al fin que no estamos solos. Quizás tras la ardua batalla por derribar el muro consigamos sentir que alguien hay ahí fuera capaz de entendernos.

sábado, 25 de febrero de 2012

Stalker love

          Hay una parte oscura en mi, una parte de mi monstruo, de mi niño, dedicada tan sólo a la observación del género femenino. Las gráciles figuras qué forman las damas no son fáciles de ignorar. Con sus delicados movimientos y sus dulces palabras, con toda la sutileza de su ser, con la máscara que les caracteriza y les crea, son capaces de tomar el control del más grande de los hombres. Estamos subyugados a una fuerza mayor de la biología.

          Día tras día observo, incluso en silencio. Escucho, intento desenmarañar el telar de sentimientos que hay tras sus actitudes. Trato de ver que es lo que las hace tan especiales, la razón de la fuerza que me impulsa a entregarme.

          Es extraño, y más para mi persona, como un sentimiento superior nos hace desear cosas que debemos repudiar. Se hace tangible, y os doy toda la razón, de que pasamos a pensar con el miembro. Tampoco actuéis como si no deseaseis vernos en dicha tesitura. Hay que matizar, por otro lado, que sentimos cuando nuestro órgano reproductor toma el control. Deberíais saber que en ningún otro momento vamos a ser tan sentimentales ni tan receptivos como entonces. Nunca somos tan mujeres como cuando nos excitamos.

          Es una tiranía de la qué no puedo escapar. Sigo viendo, continuamente, realidades femeninas que me alteran, me enervan y me hacen perder el control. La escasez de racionalidad, la sobreabundancia y la toma de control de los sentimientos que las embargan, el amor irracional frente a posturas, si cabe, más irracionales todavía... Características de lo más comunes entre las mujeres y qué, sin ellas, nada tendría el mismo jugo.

          Es difícil, y extraño... Sigo sorprendiéndome de cuanto espero de una mujer; de cuanto deseo a la mujer que me haga sentir todo eso que espero de la vida. Y me sorprendo, de nuevo, cuanto puedo llegar a querer, a idealizar, a sobrevalorar, a dejarme encandilar por la belleza, en todos sus sentidos, de una mujer; de las mujeres en general.

          Día tras día observo, desde lejos. Es curioso como actúa la gente cuando no sabe que la miran; eso lo sabemos todos. Es muy interesante cuando una chica se ensimisma en su persona. Sus cabellos, que descansan sobre sus hombros, acompañan el movimiento de su cabeza, que busca una idea que ha perdido, o que todavía no ha encontrado, y sus ojos buscan en el mapa que crea con su mirada... La mujer es bella; pero una mujer pensando es maravillosa, es algo que me embarga, que me toma y me lleva.

          Soy bastante enamoradizo, todo hay que decirlo. Creo que ya lo comenté alguna vez. Es un tema recurrente en mi persona. Sin embargo, no puedo evitar esperar mucho de mis compañeros de cualquier tipo. Quiero encontrar una mujer que pueda llenar el espacio vacío que hay en mi persona debido a las expectativas que uno tiene en esta vida.

          Pese a mi continua necesidad de toma de control, necesito alguien a quien entregarme, alguien que me lleve a mi. Soy capaz de tomar las riendas de muchas cosas, pero quizás no de mi monstruo. Necesito esa mujer rubia, morena o castaña que me haga sufrir, que me obligue a amarla por encima de cualquier pero.

          Quizás esté volviendo a una filosofía más sencilla, más llana y simple. Pero, ¿qué diablos quieres que haga cuando te veo tan bonita, tan lista e inteligente, tan potente y solemne, que no deseo otra cosa que fundirme contigo? Y cuando el sentimiento es general, mi corazón se retuerce.

domingo, 19 de febrero de 2012

Las ideas, las personas y el amor

          Soy humano y lo sé. Igual que todos; único como todos. No hay más secreto en el individualismo que en el suicidio. Y claro está que no es lo mismo, pero de todos modos radica en él la esencia de la evasión. Si nos olvidamos de los demás o los subyugamos a nosotros, ya tenemos todas las respuestas. Por lo menos las más importantes.

          El problema es qué, como siempre, cuando algo se vuelve fácil atrae consigo al aburrimiento. El otro, nuestros compañeros, nuestros amigos, nuestra pareja... En todos ellos reside la dificultad de lo inesperado, de lo incontrolable.

          Es lo peor de nuestras vidas, la sensación de que las cosas escapan a nuestro control, de que todo gira, y continua girando, sin tener en cuenta nuestros deseos o peticiones: un sistema lleno de vida que te ignora o te cuida, que es independiente a ti y que subsiste sin tu ayuda. Algo externo a ti que te puede superar, que te puede completar. "El infierno son los demás".

          Por esa misma razón, tras haber hecho apología de la dificultad y el sufrimiento tantas veces, me veo ante la tesitura del amor hacia los demás, de la verdadera relación con el otro. Se me hace importante exprimir esta idea, pues no hay postura que tanto tenga que ver con nosotros cómo la relación que decidamos tomar con los demás. La lucha, el fragor de la batalla, la adrenalina del momento, son sensaciones de lo más apasionantes, pero quizás tan sólo sean sentimientos prematuros.

          No estamos solos, sería una falacia demostrable el afirmarlo. El solipsismo no es una postura y debemos aceptar la importancia del otro. Sin embargo nosotros decidimos nuestro grado de implicación. ¿Qué es más importante, ser único o aprovechar el potencial de los demás? A más te diferencies del resto, menos compartirás con los demás, y por ende, más distante se estará. En dicha situación, ¿cómo puedes esperar conseguir nada del resto?

          Es difícil, eso es lo único que está claro.

          De pequeño fui muy enamoradizo, y aquello vuelve ahora mostrándoseme de una manera inhóspita e inesperada. Al igual que conocía a cualquier chica y un sentimiento de calor y ternura me envolvía, ahora cuando conozco a cualquier persona siempre espero de ella que sea un compañero ideal. Es evidente que nadie lo va a ser; imaginaros pues las posteriores decepciones.

          La idealización es un cáncer para las relaciones sociales. No puedes idealizar a las personas, pues tan sólo obtendrás imágenes deformadas, no ajustables a lo cierto. No puedes idealizar ideas, valga la redundancia, puesto que esperarás cosas que no se pueden obtener. Hemos de ser jodídamente realistas, o la realidad vendrá en estampida a recordarnos donde vivimos.

          Esto, como todo, es una declaración de intenciones. Os he visto. En vuestras casas, en el parque, en el colegio, en la universidad, en el bar, en mi casa, en mi vida... No importa cuantas veces os vea por que siempre llego a la misma conclusión: sois algo externo a mi, algo que no puedo cambiar. Puesto que ya no puedo seguir esperando anteponerme, elevarme por encima de los demás, creo que lo más óptimo será miraros a los ojos, sonreír, y ver de verdad que podéis ofrecerme a cambio de lo mejor de mi.

lunes, 13 de febrero de 2012

Soledad

          La gente suele preguntarme si no tengo miedo de quedarme solo. Yo me río, y siempre digo después que me considero lo bastante hábil como para saber mantener unas constantes, y no perder el contacto humano con los demás. Esto es cierto, y he podido comprobarlo a lo largo de mi vida. Puede significar muchas cosas, pero no es una mentira.

          Sin embargo la explicación no es completa remitiéndose tan sólo a mi capacidad. Hay un importante hecho, quizás omitido demasiadas veces, indispensable para entender el por qué de mi comportamiento. Incluso para mi.

          Yo ya me siento solo. Siempre me he sentido solo, o por lo menos especialmente solo.

          La gente acepta a los demás sin oponerles a un juicio justo y severo. Renuncian a ver lo negativo del otro, y termina queriéndose aquello que supone más fácil para uno. No sé si es que los demás han tenido mucha suerte al encontrar pronto a sus compañeros ideales; o es que no les importa no conectar realmente con sus congéneres; quizás les de igual no poder mostrarse tal y como son, o no les parezca importante desagradar a aquellos a los que han decidido querer. Porque no es la eterna cuestión de ser como uno quiere ser o como los demás quieren que sea. No, dios mio, no intentéis colgarme el san benito de sociópata. Se trata de realmente querer a alguien, querer compartir la vida con su persona, pero darte cuenta de qué universo, tangible y experimentable, os separa.

          ¿Como no voy a sentirme solo si no puedo sentir una verdadera conexión con el otro?

          Puede que tú y yo hayamos vivido cosas maravillosas, y para mi también habrá sido así. Yo he disfrutado de las personas todo lo que he podido, y siempre he intentado hacer felices a mis allegados. Incluso serás consciente de lo especialmente cándido que puedo llegar a ser. Pero por otro lado, ¿realmente piensas que alguna vez te has preocupado de mi verdadera persona? ¿O es que darte cuenta de la máscara tan sólo sirve para hablar con alguien que se oculta? El trabajo en las sombras está muy mal pagado, y el querer a la personas en silencio, en vez de a gritos, muy mal visto.

          No soy un monstruo, ni soy tan diferente al resto. Seguimos enmarcados en el cuadro de la biología y no se puede escapar a los instintos ni a las necesidades de relación con el prójimo. Yo he querido y me he entregado, y sin embargo todavía no he obtenido la mirada de complicidad, de entendimiento mutuo, que tanto he buscado. Y sí, se que tú y yo habremos experimentado esa sensación en algún momento, pero nunca fui el eje de tu pensamiento. Siempre hubo alguien más importante. Llamadme egoísta, pero si veo que la gente tiene "mejores amigos", es normal que yo también desee uno.

          Y lo que os sorprendería es cuan duro y desgarrador es el momento en el qué te das cuenta de que las personas queridas por tus seres amados son tan distintas de ti... Cuando observas lo lejos que queda una verdadera relación de comprensión... Cuando tu corazón aumenta su velocidad por el deseo de conexión, y sientes ese sudor frio en las sienes... Cuando tan sólo quieres gritar, besar y abrazar... Entonces... ¿Entonces qué?




0wn3d, también tengo sentimientos.