domingo, 19 de febrero de 2012

Las ideas, las personas y el amor

          Soy humano y lo sé. Igual que todos; único como todos. No hay más secreto en el individualismo que en el suicidio. Y claro está que no es lo mismo, pero de todos modos radica en él la esencia de la evasión. Si nos olvidamos de los demás o los subyugamos a nosotros, ya tenemos todas las respuestas. Por lo menos las más importantes.

          El problema es qué, como siempre, cuando algo se vuelve fácil atrae consigo al aburrimiento. El otro, nuestros compañeros, nuestros amigos, nuestra pareja... En todos ellos reside la dificultad de lo inesperado, de lo incontrolable.

          Es lo peor de nuestras vidas, la sensación de que las cosas escapan a nuestro control, de que todo gira, y continua girando, sin tener en cuenta nuestros deseos o peticiones: un sistema lleno de vida que te ignora o te cuida, que es independiente a ti y que subsiste sin tu ayuda. Algo externo a ti que te puede superar, que te puede completar. "El infierno son los demás".

          Por esa misma razón, tras haber hecho apología de la dificultad y el sufrimiento tantas veces, me veo ante la tesitura del amor hacia los demás, de la verdadera relación con el otro. Se me hace importante exprimir esta idea, pues no hay postura que tanto tenga que ver con nosotros cómo la relación que decidamos tomar con los demás. La lucha, el fragor de la batalla, la adrenalina del momento, son sensaciones de lo más apasionantes, pero quizás tan sólo sean sentimientos prematuros.

          No estamos solos, sería una falacia demostrable el afirmarlo. El solipsismo no es una postura y debemos aceptar la importancia del otro. Sin embargo nosotros decidimos nuestro grado de implicación. ¿Qué es más importante, ser único o aprovechar el potencial de los demás? A más te diferencies del resto, menos compartirás con los demás, y por ende, más distante se estará. En dicha situación, ¿cómo puedes esperar conseguir nada del resto?

          Es difícil, eso es lo único que está claro.

          De pequeño fui muy enamoradizo, y aquello vuelve ahora mostrándoseme de una manera inhóspita e inesperada. Al igual que conocía a cualquier chica y un sentimiento de calor y ternura me envolvía, ahora cuando conozco a cualquier persona siempre espero de ella que sea un compañero ideal. Es evidente que nadie lo va a ser; imaginaros pues las posteriores decepciones.

          La idealización es un cáncer para las relaciones sociales. No puedes idealizar a las personas, pues tan sólo obtendrás imágenes deformadas, no ajustables a lo cierto. No puedes idealizar ideas, valga la redundancia, puesto que esperarás cosas que no se pueden obtener. Hemos de ser jodídamente realistas, o la realidad vendrá en estampida a recordarnos donde vivimos.

          Esto, como todo, es una declaración de intenciones. Os he visto. En vuestras casas, en el parque, en el colegio, en la universidad, en el bar, en mi casa, en mi vida... No importa cuantas veces os vea por que siempre llego a la misma conclusión: sois algo externo a mi, algo que no puedo cambiar. Puesto que ya no puedo seguir esperando anteponerme, elevarme por encima de los demás, creo que lo más óptimo será miraros a los ojos, sonreír, y ver de verdad que podéis ofrecerme a cambio de lo mejor de mi.

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