sábado, 13 de diciembre de 2014

Andreíta

          Andreíta pedía un poco más de sopa a su papá. Pasmoso el mismo pasaba patético pan del panadero. “Vaya suerte la mía”, suspiraba Andreíta, ya sin sopa, sin seso y sin sexo. Sentada en la mesa ya había vuelto a quedarse sola, y éso que era su cumpleaños, o su boda, o su oportunidad. Un poco de todas, la verdad. Tiró el plato al suelo y se negó a recogerlo. Para recordarle que había que limpiarlo, para éso, sí habían personas. “Menudos listos”, susurraba indignada Andreíta con escoba y recogedor. Arrojó los trozos de porcelana por la ventana, y abrió la cabeza del viandante: “Por pertenecer a los mismos, por ser un cobarde”, le dijo riendo satisfecha. El señor se fue llorando, pero siguió sin traerle su sopa. “Sopesemos el problema”, supuso Andreíta, “Sólo con sortilegios sortearé suspenderme en vida”, y con ella cogio su varita y echó a volar. “Adios papá, la sopa siempre fue algo fatal”, dijo para mentirse a sí misma. A la vuelta de la esquina, un avión la engulló en sus turbinas, y de Andreíta sólo quedó su deseo de sopa, su recuerdo de rompecabezas, su mala educación con los otros comensales.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Bobol III: J. o el sueño divino




          Una vez aceptamos que nada se puede hacer, cuando perdemos la esperanza y nos entregamos, encontramos una verdadera paz. Fight Club siempre será adolescente, pero algo podemos también aprender de ella. Óscar acepta su derrota, aunque parcial, y no duda en sentarse a beber con la decadente figura frente a él configurada. No sólo acepta su presencia sino que además parece resultarle incluso anodina: no la toma en serio, parece aburrirle. En la locura encontramos pues el destello de soberbia y potencia que no encontramos en su Yo normal.

          J. está tranquilo y parece tener algo importante que contarnos. Del mismo modo que él no se presenta, y accede directamente a su historia, nosotros obviaremos su procedencia, para poder centrarnos sólo en el nucleo de aquello que diga: será un símbolo abstracto para nosotros, pues no es Real ni tiene una relación con ello. Aunque sí hay que mencionar una relación de este ente con una parcela de la realidad: el Pasado. Deberemos mantener en mente ésto durante todo el mediometraje: la importancia que tiene el Pasado en la Locura.

          Empezamos hablando del Infierno, para llegar a Dios, y con éste debe llegar también el Paraíso. Para todos existe esa 'lugar ideal', donde una vez fuimos felices, pasamos nuestra infancia, vivimos nuestra vida. No sólo es un lugar sino también un momento, porque conlleva situaciones, y así J. nos habla de sus veranos en la playa. Allí él encontró a su ser Divino y así accedió al Paraíso, en la mejor de las situaciones, rodeado de su lugar y de su momento.

          Pero los fantasmas nunca vienen a alentarnos, sino a prevenirnos de la cercana disolución de las cosas. Con un tono absurdo, unos escenarios divertidos, porque creer que un sueño fue realidad siempre será infantil, J. desvela como su ensoñación desapareció de la noche a la mañana y ese acceso a lo trascendente no le salvo de la vuelta a la realidad. Al contrario, hizo de ella un nuevo Infierno, pues tras haber experimentado el éxtasis cualquier otro goce nos parece nímio e insustancial. El mar se congela, las personas cambian y todo pasa a tener un color desagradable, sucio, en comparación a aquello que tan feliz nos hizo.

          J. nos recuerda que ese acceso a lo Divino no tiene por qué suponer nada. Nosotros somos quienes creamos nuestras realidades y por esa misma condición podemos despertar de ellas, y bien importante es ser consciente que nada volverá a ser lo mismo tras esa efimeridad en lo sagrado. Nada volverá a parecernos digno en la vida excepto esos momento dónde estuvimos en el más allá con Dios, en la playa, entre los pescadores. Ésto nos volverá ridículos, haciéndonos negar la realidad, conscientes de la verdad de la misma, pero incapaces de anteponerla a nuestros sueños y aspiraciones ahora rotos. Uno se vestirá de hawaiano aunque veranee en la montaña, rodeado de nieve, negando el exterior porque el regreso a la realidad fue demasiado duro como para poder seguir lidiando con ella.

          Óscar debe entender el peso que tendrá el día de mañana lo que hoy haga. No habrá vuelta atrás, no podrá volver a su monasterio a rezar tras tocar al ente divino, pues el ya no volverá jamás a ser el mismo, y éste podría no quedarse, abandonándolo en tierra de nadie. Óscar debe prepararse en lo Real su acceso a lo Trascendente, pues este primero mismo cambiará en su contacto con lo mágico.

          La realidad niega, lo externo confirma cómo semejante tarea siempre supondrá demasiado para un hombre. No podemos evitar que nuestros sueños, esas imágenes irreales que por alguna razón nos asaltan por las noches, impregnen la vida misma, y la transforme. El peor sueño no es aquel dónde sufrimos, sino aquel dónde somos felices de verdad, para posteriormente despertar. ¿Deberíamos arriesgarnos a tener este tipo de sueños?

domingo, 23 de noviembre de 2014

Matemáticos

          La música discreta
          invade con destreza
          cuanto se propone,
          cuanto espera.

          Guitarras harmónicas
          suenan y rompen
          monotonías estrictas.

          Gritos y pasiones
          convergen en un punto
          aun divergiendo en lo global.

          Escapemos, lo material
          sólo dictará el final.
          El continuo
          está por determinar.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Bobol II: Óscar y Elena


        


          La realidad es ridícula, absurda, insultante. Óscar se nos presenta débil, pusilánime, sin un ápice de confianza, y mucho menos con capacidad para enfrentarse a la realidad. El Otro, y él mismo también, le imponen una especie de ostracismo, y de la vida misma se ve expulsado. Cómo presentar esta distancia con el mundo real y no-acceso de lo trascendente, representado por la Mujer, sino con una metáfora de la imposibilidad para el acto sexual: gracias a él la existencia de la especie se perpetuará y habrá una trascendencia más allá de nuestra vida en el Mundo, a la vez que nos une íntimamente con el presente, con el Otro, es decir, con la Realidad. De nuevo, la relación con la Mujer se presenta no como algo más en la vida, sino como eje rector de la misma, central y constante, que modulará todo lo demás.

          Elena es quien saca a coalición las necesidades de la pareja, y también se presenta como guía para Óscar. Experimentada en el mundo real, con el que Óscar no sabe lidiar, y en el fantástico, al que Óscar todavía no ha accedido, es conocedora de todo e ilumina el camino de nuestro protagonista: en esta escena el juego de luces y sombras nos puede hacer creer que Óscar está experimentando una aparición mariana, mientras que un plano más apagado se nos presenta a Elena, como un ente mucho más real, sin la trascendencia que parece estár sufriendo Óscar. Elena sólo es Dios cuando es vista a través de los ojos de Óscar. La realidad es tal y como se nos presenta al inicio de la conversación: normal, de carne.

          Ésto no se mantiene así durante mucho tiempo, pues el absurdo de nuevo, la cotidianidad de los días, la inercia, entra en escena cuando empiezan a hablar de la comida familiar. En éste momento Elena pierde su condición divina, aparece ella también iluminada, insegura, ante Óscar, el cual toma una actitud más segura de si misma y la rodea con sus brazos. Conforme Óscar comienza a interceder con la vida real de Elena, su familia, ésta deja de ser inaccesible, se rebaja a su plano, y hay incluso cierta violencia de Óscar hacia Elena cuando hablan de la comida de su madre. Sólo cuando destronamos al ente sagrado podemos realmente interceder con él.

          Aun así no podrá permanecer en este estado de soberbia, ya que pronto Elena vuelve a la trascendencia, a lo importante, dejando a un lado lo fútil e innecesario. Óscar es incapaz de aceptar en su totalidad que el entorno divino lo acepte, por su rechazo de sí mismo, y debe crear narrativas alternativas para justificarlo. Elena trata de evitar que vuelva a desconectar de la situación, pero se le hace imposible. 'Meta-física' reza sobre el cuadro que atrapa a Óscar, caras misteriosas y desconocidas le sonrien, lo surreal le envuelve por su misma incapacidad ante lo real, y las sombras tiemblan a su alrededor anunciando el pronto desmoronamiento de la situación.

          Evitando el acceso a la locura, a la inseguridad, a si mismo frente a Elena, decide excusase, y esta vez sale físicamente de la habitación, para volver a estar solo y no sólo con sus pensamientos.

          No es fácil en las situaciones tensas, en las que nos encontramos bajo una presión real o imaginaria, mantener la cordura, saber diferenciar entre nuestras emociones y lo objetivo. Así Óscar se encuentra con J. (Javier Temprado), el cual, sereno, bebiendo cerveza, oculto tras unas gafas de sol, le canta como quien canta a su gran amor. El servicio, donde Óscar esperaba encontrar intimidad, es invadido por un agente extraño, del cual Elena parece no saber nada.

          Nuestros fantasmas nunca vienen solos, y siempre tienen un plan, un motto. Así, J. parece reunirse con otros individuos de igual corte grotesca. Entramos así a ser partícipes de la enajenación de Óscar, pues igual que él vivimos sus fantasmas como seres reales: y es que para un loco nada más real hay que sus miedos y fantasías. Observándolos nosotros como reales entramos en su proceso de enajenación.

          Elena no está ahí sino para liberar a Óscar, y la danza reluce por su componente expresiva y destructora de cadenas. Más conciliadora baila para él, con su continuo cigarro encendido, su sonrisa concesora y llena de vida, se establece una dualidad clara entre sus movimientos y los de Óscar. Ésto genera también una sensación de incomodidad; y es que no hay liberación sin violencia, no hay libertad sin lucha. Aunque intenta vencer sus miedos, es incapaz.

          Ella sigue bailando, tratando de inducir a Óscar, pero vemos como pronto pierde su conexión con él y comienza a bailar para ella sola, creando más distancia todavía que la física que en el momento les separa, perdiendo su apariencia de debilidad pasando de un plano picado a contrapicado. Canta, gesticula, y parece un ser de otro calibre comparada con Óscar. La Mujer, si bien sus instintos son divinos y no busca sino mejorarnos, peca a veces de falta de consciencia frente a los problemas que no entiende. Su éxtasis no es más que contraproducente para nuestro beato.

          Vuelve a excusarse, pero esta vez es diferente y la oscuridad se prevee en su rostro: esta vez se está entregando a los brazos de la locura, no trata huir de ella, viaja al pozo más profundo de su ser (o del ser de su amada), como un ciego a tientas esperando encontrar algo que le ayude a continuar.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Bobol I: Introducción

(( Me he planteado analizar desde una perspectiva personal el mediometraje que hará dos años grabamos mi grupo de amigos. Ricardo Jornet nos propuso escribir cada uno una intervención en el guión, para ser posteriormente interpretado por nosotros mismos, dirigidos por él. Además el corto tendría otra particularidad: debía ser grabado en 24 horas.

Los comentarios aquí vertidos son personales y no tienen por qué coincidir con la opinión de sus creadores, ni mucho menos ser conscientes de las mismas. Se trata, como ya he mencionado, de un análisis personal.

Dada la duración del mediometraje, unos cuarenta minutos, lo dividiré en diferentes entradas, cada una acompañada de su correspondiente vídeo que editaré en función del texto escrito. En caso de que quieran visionarlo en su unidad, pueden acceder a él a través de este link. Recomiendo, evidentemente, ver cada clip antes de leer el texto.

Ante todo, ésto es un homenaje a mis amigos, a nuestro grupo, a nuestro tiempo.))




          El infierno, aunque inmutable, sólo se nos aparece a través de la contingencia de los días. No hay grandes gestas como en la literatura clásica, ni héroes magnánimos que se enfrentan a la Historia. El infierno es accesible a todos por su justa facilidad para aparecer en los distintos momentos de nuestra vida, y todos debemos enfrentarnos y escapar de él, aunque tengamos la seguridad de que más tarde volverá a aparecer.

          Si hablamos del infierno debe existir un Dios, y hablando de él empieza su monologo Óscar (Roy W. Cobby), el protagonista de nuestro cortometraje 'Bobol'. Si bien liberado desde joven de su influencia, es cuestión de tiempo que rellene este espacio simbólico con alguna otra entidad, y ésta será la que haga posible la existencia de este tormento del espíritu, al que sólo acceden los creyentes; en nuestro caso, los enamorados.
 
          Pues es Óscar quien es guiado por el espíritu de los Sabios, e indagando en el alma humana a través de diferentes formas del Arte y Ensayo, concluyó no podía haber fuerza superior que aquella que despierta la mujer en el espíritu del hombre, pues infudía en el individuo esa exaltación sólo atribuible a los Dioses griegos en sus amados guerreros, y perpetuada en la historia occidental por la “Iluminación” que otorgaba el camino del Señor. Así pues, si el Amor era ese sentimiento original, la Mujer debía ser Dios.

          Merece un inciso plantearnos por qué no tomar la vía de Bakunin, y liberarnos de un Dios que se eleva por encima de nosotros. Si llegamos a la conclusión, como suponemos hizo Óscar, de que a través de él encontramos la catarsis, la exhaltación de nosotros mismos, es decir el Arte, en cualquiera de sus formas, y por ende el proceso creativo, siendo quién nos permite ese acceso al Absoluto, esa materialización de lo Infinito en lo finito, matar a un ente tan bello no supondría sino un sacrificio demasiado grande. Óscar debía crear un Dios, le dijo la Historia, si quería acceder a la Estética, aquella de la que le hablaron los Sabios.

          El sentimiento religioso, pues, anega a la persona, dejándola en ese estado de enajenación frente a la obra del Señor, y así consideramos todas sus formas como divinas, que nos aterran e intimidan. El monje, el fraile, vive de la mera contemplación y discurso de dicha obra, siendo piadoso con ella, dejando a otras formas de religiosidad el actuar frente a las mismas. Óscar pertenece esa primera forma pura de profesar su fe, más pura y teórica, mientras sus amigos y compañeros jugueteaban directamente con Dios y sus formas.

          Pero como todo hombre de fe, ésta debe ser puesta a prueba para comprobar si es verdadera, y así es como Elena (Sara Picó) aparece, como irruptora directa del Dios que acepta interceder con el individuo, aceptándolo, pero todavía ella perteneciente a la divinidad no alcanzada: Óscar, estático, permanece impasible e inmanente en el chalé de Elena, rodeado de vivos colores y graciosas formas, un lugar completamente ajeno al ascetismo que de él podríamos imaginar, y aun así abstraído en sus pensamientos. Elena, sin embargo, entra y sale del plano, dueña de él, moviéndose de manera grácil, distendida. Fuma y el humo la envuelve, misteriosa de negro y ajena a la aparente realidad de Óscar, se presenta como una figura peligrosa pero encantadora.

          Debe ser Elena la que se acerque a Óscar para que despierte de su monologo interior, expulsándolo así del plano consciente en el que tan seguro se encontraba y obligándole a enfrentarse así con su nuevo infierno particular: la relación Real con el ente sagrado.  

viernes, 14 de noviembre de 2014

Cuatro perdones

I.
          Externo futuro,
          no lo quiero, te rehuyo.
          Anduviste solo,
          y sólo es tuyo.
          Sentiste mal,
          no hay escudo.


II.  
          Externo pasado,
          dudoso, escarpado.
          Maldito lo dado,
          pero yo, escapo.
          Será el rato
          de sentir lo sacrificado.


III.
          Interno futuro,
          el más tierno, el más duro.
          Lo precioso, lo puro.
          Sentimiento obtuso:
          no Perfecto, pero segundo.
          Si bien bueno, roto.
          Lo siento y no es poco.


IV.
          Interno pasado,
          por fin llegamos.
          Va clareando,
          el sol renace,
          horizontes renovables.
          Sentiré todo lo creable.

viernes, 24 de octubre de 2014

Contando


          Si pasan los años, y
          terribles unidades
          no nos han separado,
          significa que siempre
          entregas lo pactado.

          Si la única unidad
          que no existe es la propia,
          le canto a ella, preciosa;
          el Yo sólo es historia.

          ¿Cual será nuestra edad?
          mi edad y el mundo están
          contando sin parar.

          Yo ahora sólo cuento
          la métrica del verso:

          Gracias por mil momentos.

martes, 14 de octubre de 2014

Costumbrismo onírico

Milhály Vig - Valuska


          Al igual que los acordes de piano que ahora se escuchan, al igual que las notas suenan suave y mágicamente, los días se deslizan por la Historia. Y no hay nada de trágico en ello. Visto en perspectiva, todo es bonito. Algo así pasa con los sueños; con los buenos sueños, por lo menos.

          Hoy soñé con la Muerte, con la Muerte de seres cercanos y queridos. Lloré en mi cama, en mis sueños, y sentí el peso de la Realidad, más pesado que nunca. Pero también soñé con la Esperanza, con el Recuerdo, con la Emoción; y por supuesto, con el Amor: con el Amor trascendente mirando al horizonte por encima de los pinos en mi balcón. Con el Amor pidiéndome Paciencia, con la Paciencia otorgándome el Amor. Quise llegar a morir en mi sueño de tristeza, del mismo modo que después quise morirme de felicidad. La vida, me imagino, debe ser algo así, si se pudiese despertar de ella. En perspectiva debe dejarnos tan sólo ese sentimiendo de lo extraordinario, más allá del bien y del mal.

          No sé como se desarrollará todo, y ojalá que lo supiésemos. Pero tampoco anoche cuando me acosté pensaba que pudiese tener tales visiones oníricas, y tampoco mientras soñaba era consciente de que aquello me haría sentir como tal. Triste es refugiarse en los sueños, y años más duros me ha hecho pasar esa postura, pero se trata de algo distinto: no es querer sustituir la Vida por la onírica, ni considerar ésta peor que la otra; se tratá de entender la magnitud de la vida misma, que a veces olvidamos, a través del Sueño, que se nos muestra tan espectacular y mágico como, en el fondo, la Vida también es. Del mismo modo que no sabes qué soñarás esta noche, quizá mañana se resuelva todo.

          Y nunca hablé de grandes sueños, dónde se anda sobre la superficie del Sol o se conquistan grandes ciudades. No, y nunca los tuve. Los sueños de verdad son los que evocan a la realidad en su plano más simple, en el de las acciones cotidianas, en el costumbrismo más puro. Comprar el pan, llegar a clase, coger un tren: éstos son los que son capaces de hacernos entender la futilidad y la grandeza del día a día. Aunque continua, la existencia no tiene porque dejar de ser brusca y ésta puede hacernos tambalear. Aunque cotidianos, en nuestros días se esconden las mayores perlas, como en nuestros sueños.

lunes, 13 de octubre de 2014

Cordura


           Hilo a hilo se deshilvana. Primero una sonrisa extraña, después una carcajada traicionera, finalmente una mirada divertida y compasiva. Del mismo modo que se gestó y nutrió durante tanto tiempo, ahora, poco a poco, se deshilacha: y es que no se trata de destruir un bordado, que bien fácil sería: fuego y fuerza. No, se trata de algo bien distinto: con quizá más sutileza que la necesaria para formarlo; aplicando pequeñas presiones en grandes idiosincrasias; estirando un poco del narcisismo, otro tanto de la paranoia, y sin olvidar jamás las neurosis; con mirada de sastre manteniendo todo en (des)orden.

           Hilo a hilo, neurona a neurona, idea a idea: pronto la estructura habrá cedido y sólo quedarán de ella escombros; éso sí, escombros perfectamente definidos, no irregulares e informes como cuándo destruimos un castillo, si no más bien, y como ya hemos dicho, finos hilos. ¡Finos hilos que en su conjunto formaban lo único que había en nosotros! Y de ellos todo queda todavía, pero separados de sus hermanos, de su eterno abrazo, ya de nada servirán y nada podrán ser.

           Hilo a hilo se deshace, y para deshacer tuvo que formarse primero; y es que así es el estado natural de las cosas: el Monstruo sólo aparece cuando las fibras no encuentran a sus camaradas. Costuras rotas dejan escapar fantasmas nocturnos; y enfermedades recursivas, mezcladas con la curiosidad, hacen que hurguemos frenéticamente en dicho agujero; y con ello, una vez más, el mantel desune sus conexiones, que tanto valor tenían.

           Hilo a hilo; y cada vez tengo más ovillo que encaje. Ovillo que antaño fue mi yo, mi ser, mi esencia; encaje que es lo que queda de ello. Desestructurado, como tantos filósofos del siglo XX nos querían ver, y sin formas en la consciencia, me tambaleo buscando una costurera que reponga mi cordura. '¡Unos pequeños parches aquí y allá!' grito por los pasillos de la Facultad, de mi casa, en la ciudad. Y como el loco que busca a Dios con su linterna a plena luz del día, deambulo con aguja e hilo, inconsciente de ser yo mismo quien deshace todo encaje, convirtiendo cordel en locura.

jueves, 9 de octubre de 2014

Mañana


          Si bien su grito sordo no despertó a nadie, pues no había a quien despertar allí, el Buitre que sobrevolaba la grotesca escena graznó, augurando el futuro del cadáver que tendido se encontraba en el suelo. Esperanza reposaba en su charco de sangre, inmóvil y con ojos abiertos; ojos vacios, sin mirada ni espíritu, paralizada para siempre en la oscura noche. La Luna iluminaba sus rubios cabellos, que poco a poco se teñían de rojo, y se aterrorizaba a cada segundo ante el miserable acto perpetuado por Soberbia, que ahora limpiaba con su pañuelo de seda blanco la empuñadura del bastón que manchado de sangre se encontraba. Con sumo cuidado, con suma delicadeza, eliminaba las gotas del humor rojo de Esperanza, contemplándolas, adorándolas, acercándolas incluso a su fina nariz para inspirar con tremendo goce y lujuria el aroma de éstas.

          Sinceridad temblaba a su lado, horrorizada como la Luna y como ella estupefacta, sin poder apartar la mirada del cuerpo sin vida de su compañera. Soberbia examinó por última vez el baston y sonrió. Impoluto como él habia quedado. Sin descansar ni un segundo su mirada sobre Esperanza, alargó el bastón y se lo entregó a su pareja, que seguía siendo incapaz de pensar en otra cosa que en aquellas bellas facciones, en aquel bello cuerpo que ahora descansaba sobre la árida arena, formando una figura grotesta y siniestra. Soberbia sonrió y después miro al Buitre.

Como el Buitre devorará sus carnes,

ella devoraba tus ideas y aspiraciones.

Como la Luna ilumina la escena,

yo vine a entregarte más verdad que ella.

No lamentes lo que siempre quisiste

pues ahora tienes más que nunca:

la libertad de no tener cadenas,

de no esperar de la vida

ni glorias ni condenas.

          Sinceridad cayó sobre sus rodillas y sollozaba en silencio, mientras Soberbia miraba al cielo como sólo él sabía hacer. Con infinito desprecio hacia la creación de Dios empezó a reir, y continuó su cántico. 

Nunca nada pudiste hacer

pues tu naturaleza es sólo decir

lo que sientes, y nada cambiar.

Si ahora te entrego las llaves,

¿por qué lloras frente a la libertad?

          Los llantos de Sinceridad se apagaron de pronto, y con ello su temblor cambió de padecer. Apretó los dientes, los puños, el alma, y se levantó, con la cara empapada pero el corazon ardiente. Miro a Soberbia como nunca había mirado a nadie, y comenzo a gritar anegado en su furia.

¡No entendiste nada y nunca entenderás!

No quiero nada si no se puede esperar.

¡Ella lo era todo, no podía pedir más!

Si bien raíz y fruto del sufrimiento

¡Esperanza me aventaba cada mañana!

Tú no entiendes, y estás muerto como ella,

y en tu infinita tristeza me arrebataste

la única fuerza que me quedaba.

          Soberbia no tiene más expresión que su sonrisa burlona, y con ella en la cara miraba los ojos vidriosos de su compañero. Volvió a mirar al cielo, al Buitre y a la Luna. Aquel graznó contento y la Luna pareció darle la espalda.

Habrá que cambiarte el nombre

si tal es la verdad que escondes.

¡Oh, Sinceridad y Esperanza!

Preciosa pareja, increíble matanza.

Nunca fuiste muy inteligente,

pero ahora adquirirás ese Don.

¡Buenas noches, Sinceridad!

Hasta nunca, a descansar,

ya no se te necesita

en este mundo
que llamaremos 'del Mañana'.

          Y así el Buitre descendió a comer la carne de Esperanza, dejando de ella sólamente la sangre roja de su espíritu, que la Tierra bebió, cambiando así para siempre, quedando de Esperanza tan sólo su recuerdo. Y así, por influjo de la sonrisa macabra de Soberbia y de su impuro acto, Sinceridad se convirtió en Cinismo, el Buitre graznó de alegría, y la Luna lloró con las estrellas detrás de las nubes.

martes, 7 de octubre de 2014

Presente y Belleza

          El vértigo cada vez se hace más palpable en la densidad de los días, y la atmósfera cargada de la ciudad nunca ayudará. Quizá tenga el paso del tiempo la culpa de todo ésto, o quizá el cambio del espacio; no lo sé. Ni siquiera sé si algo ha cambiado o todo ha sido siempre así, y soy yo el que ahora ve el mundo con otros ojos. El cinismo que antaño sirvió de tanque contra lo extraño y difícil se vuelve ahora una masa informe que no otorga respuestas ni actitudes, pero que envuelve todo y todo es suyo. Ya no hay en mi ni valores, ni esperanza, ni nada. No hay ni Ser en los días más pesados. La sinceridad tiene un color que no recordaba fuese así, y me hace preguntarme si ése fue siempre su color, o si algo ocurrió con ella. Todo lo que parecía sustentar, crear o impulsar a resultado no ser. Y sólo queda ese cinismo: ese desprecio divertido hacia lo ajeno, esa indiferencia cansada hacia lo propio.

          Sólo parece quedar la estética, y lo trascendente no será sino una visión especial de esta última. No queda nada, o quizá nunca hubo nada, más que la belleza. Belleza, sí, pero triste, efímera, sin razones ni aspiraciones, una belleza presente y fugaz que nada dejará pues no hay nada que dejar; no hay nada dónde dejar nada, sólo existen esos pequeños destellos de fuegos artificiales que la belleza, en su sentido más amplio, crea en nosotros y nos hace sentir que éso es lo verdaderamente importante. Pero la belleza es hueca, inconsistente, pasajera, y detrás de esas luciérnagas de esperanza no hay sino de nuevo la Nada, y sobre ella nada se puede construir, creer o esperar.  

jueves, 18 de septiembre de 2014

Metas ideales

          El espacio en su componente ideal, y con ésto me refiero a la generación del mismo desde el plano imaginario, tiene una componente completamente ideológica. La misma palabra 'meta' o 'destino' nos permite intuir como todo este plano de ambiciones se mueve en lo meramente espacial: uno desea principalmente llegar a tal cosa, mientras que cuándo se consiga suele relegarse a un segundo plano. Así, creamos espacios imaginarios y los convertimos en nuestros objetivos. Encontramos aquí un primer problema, quizá de vital importancia en lo referente a los deseos: lo espacial sí es algo tangible y real que no puede compararse con nuestra sustancia pensante, y así como jugábamos con el tiempo y nuestra experiencia, no se puede hacer del mismo modo con el espacio.

          Generamos ideas que buscan crear un espacio físico que emule nuestros mismos deseos. Necesitamos de esa base Real para poder considerar como ciertos nuestros anhelos. Uno se da cuenta rápido de cómo ésto causará, más pronto o más tarde, toda una serie de problemas inherentes al mismo planteamiento: no estás creando una idea abstracta dónde pueda caber todo un conjunto de situaciones que proporcionarán una felicidad, sino que al contrario, creas un sólo elemento excluyendo a todos los demás, creas una idea no-Abstracta. Estas ideas no-Abstractas deben ayudarnos a funcionar en la inmediatez del presente, no en la planificación del futuro, ya que este último es múltiple y desconocido, y necesitamos de ideas abiertas que engloben el máximo número de posibilidades, al contrario del presente que es fijo e inamovible, dónde necesitamos una idea clara que lidie con esa realidad inmediata.

          La rigidez de lo físico es incompatible con la naturaleza del deseo. Si bien esa idea, llamémosla espacial, es sólo una manera de entender el deseo en sí, es cuestión de tiempo que acabe convirtiéndose en el deseo mismo, eliminando así todo el entorno de situaciones que también suponían un deseo, reduciéndose así a un sólo punto, a una sóla situación. Vemos aquí como ha ocurrido algo bastante común en nuestra experiencia cotidiana: estoy hablando de la Idealización. Si bien todo empezó como la búsqueda de algo que nos hiciese felices, acabamos convirtiendo esa herramienta de la abstracción espacial en la felicidad misma. Olvidamos que utilizamos esa situación como simple ejemplo de otras muchas que pudiesen habernos hecho felices, y acabamos creyendo que tan sólo ésa será la que podrá realizarnos.

          Hay que evitar este reduccionismo en el mundo de los deseos. Tenemos que entender que nuestro rango para disfrutar de situaciones es mucho más amplio que aquel que hemos imaginado como las situaciones que podríamos disfrutar. Estas situaciones son sólo ejemplo de un espacio mucho más grande, una selección aleatoria, quizá más o menos representativa, pero jamás el conjunto completo. Entender de este modo las ideas que consideramos como ambiciones nos ayudará a entender que es lo común de todas ellas, y en definitiva, aceptar que son más las situaciones que nos aportarán en un futuro felicidad.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Tiempos lejanos

          Escapamos del entorno y creamos vidas diferentes. Llegamos a nuevos destinos y formamos distintas realidades que allí quedarán restringidas para siempre. El yo, que jamás será ya una unidad tan indivisible como antes, se desperdiga por el globo y la máxima unidad en la que se puede pensar es la física. Nuestra psique, nuestra experiencia; como he dicho, nuestro yo, ya no es uno. Allí quedarán nuestros recuerdos, que son la única base para generarnos.
       
          Siempre nos quedará el volver, y la esperanza de encontrar de nuevo allí el yo que dejamos, el espacio donde fuimos. El espacio afortunadamente sólo puede cambiar, pero permanecerá allí a la espera de un reencuentro, de una resurrección de ese yo allí creado. Desgraciadamente, existe una propiedad inherente al espacio en sí que hace imposible ese verdadero regreso, que nos aleja de aquel yo, que le quita sentido y lo hace aberrante: el espacio necesita de su delimitado tiempo, y a éste no se puede volver; quizá más interesante es que no se pueda llegar si quiera. 
       
          Podemos jugar con el espacio, idas y venidas serán constantes en nuestras vidas, pero el tiempo es inhumano, e intentar retar su linealidad nos hará chocar contra el muro de lo Real. El tiempo y el espacio son indisolubles, así cuándo haya un yo en un espacio distinto, lo habrá del mismo modo en un tiempo distinto: en una línea de tiempo distinta, paralela a aquélla que se sigue generando en el sitio abandonado, pero que existe de igual modo. Un avión nos permitirá movernos a nuestro antojo entre los distintos espacios, pero jamás entre las distintas líneas generadas en cada uno de los mismos.

          El tiempo es una herramienta para ordenar el cambio, y el cambio será siempre irreversible, el progreso histórico avanza hacia delante, es una línea recta donde se podrán encontrar similitudes entre distintos puntos, pero siempre serán éso: distintos.

          El yo que vuelve es distinto al que dejas en tu anterior destino, al que sería si no te hubieses ido, al que sería si te hubieses quedado, al que será si regresases de tu regreso: son líneas del yo paralelas, y no puedes unificarlas ni saltar entre ellas, son independientes y escapan a nuestro control. La línea del sitio en sí te absorbe cuando a ella llegas, y te escupe de igual manera cuando de allí escapas. No podrás llevarte contigo jamás esa parte de ti, y no por el espacio, sino por el tiempo. Esa parte del yo quedará para siempre allí relegada, y al tiempo pasado jamás se podrá regresar.

          Javier, te dedico especialmente este fragmento a ti por ser todo lo que eres, y en menor medida a todos aquellos que se fueron en algún momento a algún otro sitio, y por ende a algún otro tiempo. El yo se desmiembra y ya no sabremos nunca con seguridad dónde y cuándo está. Así pues, esperemos la disección como la mejor posibilidad de conocernos como verdaderamente somos, allí y aquí, en el ahora de aquí y en el ahora de allí.

viernes, 22 de agosto de 2014

El no-Abstracto

          El mundo de las Ideas ha supuesto un eje central en el desarrollo de nuestra cultura occidental, y debemos ser conscientes del peso del mismo incluso en nuestra actual vida cotidiana. Todavía hoy arrastramos el dualismo cuerpo-mente: consideramos las personas tienen una esencia íntima, impermutable y constante en su existencia; si bien no la llamamos alma, pues vivimos en una sociedad progresista y laica, sabemos se trata del mismo concepto. La Teoría de las Ideas sigue vigente, y funcionando, hoy en día. Ahora bien, aunque aquí veamos como malinterpretada la consciencia, una intrusión de la filosofía especulativa en lo que debiese ser terreno de la filosofía de la ciencia, no debemos desechar por ello lo que ésta misma nos pueda facilitar.

          Ordenamos la realidad, y para ello necesitamos de Ideas, de conceptos; en definitiva, lo que nos permite ordenar es anteriormente haber abstraído, el Abstracto. Cualquier espacio en el cual el hombre se pueda mover, estará siempre plagado de dichas abstracciones. "Messi deja el fútbol porque se ha dado cuenta de que los goles son abstracciones". Comentarios absurdos a parte, cuanto uno más haya progresado en su educación académica, más consciente será de la importancia de dichas abstracciones. Ahora bien, ¿tienen un propósito dichas abstracciones en nuestro día a día? ¿Son tan sólo útiles para el conocimientos, o también tienen una razón práctica?

          Escojamos la realidad práctica por excelencia que todos tendremos que desarrollar en alguna ocasión dada nuestra situación como entes biológicos: la seducción. Con todo, necesitamos de Ideas, Abstracciones que nos permitan entender la situación dada, Ideas como Mujer, Hombre, Situación, Lugar, Relación, Contacto, Lenguaje, Conversación... Pero con todo, y los que vivamos con constancia en el mundo de las Ideas lo comprobaremos con más frecuencia de la deseada, no es suficiente. Las Ideas no son capaces de realizarse como tal en la Realidad, y aunque aquellas sean justamente una Abstracción de ésta, es esa misma cualidad globalizadora la que nos impide acceder por completo a la realidad de la práctica, ya que toda práctica será siempre un hecho puntual, cerrado y acotado en el tiempo y en el espacio, con sus determinadas condiciones de inicio y final. Así pues, lo que fue descubierto/creado para el conocimiento, puede llegar a chocar frontalmente con la Práctica, porque condiciona y limita nuestra capacidad de acción en el momento en sí, en la situación misma y no en la abstracción de situaciones.

          Necesitamos un no-Abstracto para lidiar con la Práctica, y es interesante porque se trata de una Idea, aunque lo que trate justamente es de eliminar esa abstracción que nos impide actuar con total libertad, y por ende, óptimamente. Postulo, volviendo a mi ejemplo inicial, que debemos eliminar de la seducción las Ideas mismas que la forman, pues debemos aceptar y manejar el momento tal y cómo se nos viene dado: esa chica, ese bar, esa noche y esas estrellas. Desde luego que seguimos jugando en el mundo de las Ideas, y la anterior enumeración son Ideas, pero no son ni la Chica, ni el Bar, ni la Noche y ni las Estrellas; pertenecen a un nuevo conjunto: el del no-Abstracto. No se trata, pues, de prescindir de las Ideas, sino al revés: debemos redefinirlas.

          Si fuésemos capaces de manejar el no-Abstracto, en su categoría de Idea, como manejamos lo Abstracto, habríamos conseguido la aplicación de esta teoría para el Conocimiento en el mundo de la Práctica, y estoy seguro de que es algo que necesitamos hoy en día más que nunca: ser capaces de generar Ideas en la inmediatez del Presente, y no venir de casa con las Ideas formadas. Necesitamos del no-Abstracto para poder relacionarnos en este Mundo actual, frenético, cambiante, con inmensa cantidad de estímulos e individuos. Debemos de liquidificar el mundo de las Ideas.

viernes, 15 de agosto de 2014

Café

     Hay cierto cansancio mágico,
     trágico si no se duerme mucho,
     insomne e instigador de mundos.

     Agujeta mental en la cabeza,
     desesperado metal que no despierta
     anclado, sellado con seguridad extrema.

     Mirada agotada abdica
     abrazada a la peor de las ráfagas,
     y nada refleja callada.

     ¡Clamor de las oscuras noches
     que cantan al alba sagrada!

viernes, 8 de agosto de 2014

Si

     Si por más que busques, desesperas;
     si por más que haya, nada queda;
     si por más que renuncies, te entregas;
     si por más que huyes, regresas;

     si es que por la noche imperas,
     si es que las ventanas anhelas,
     si es que el símbolo espera,
     si es que los espejos no reflejan,

     si porque todavía es temprano,
     si porque además llueve extraño,
     si porque incluso en enclave lejano,
     si porque aun hay luz de antaño,

     si por más que realidades enteras,
     si es que de ellas algo queda,
     si porque ahora sólo la sueñas,
     ¿dónde se encuentra la respuesta?

miércoles, 6 de agosto de 2014

Finitud

          ¿Qué nos otorga la finitud del presente? No hablo de la evidente realidad que se cierne sobre nosotros que es la muerte, sino de un concepto mucho más cotidiano de finito que experimentamos diariamente, en cada evento, en cada conversación, en cada relación: el tiempo es lineal, se mueve a través del eje X, por lo tanto cada fragmento, cada estado, cada momento de tu vida se puede dividir en intervalos cerrados y acotados. Más allá de la jerga matemática, quiero explicar que durante el transcurso de nuestra vida todo tiene principio y final; todo es finito, no sólo la vida en sí; todo nace y todo muere en nuestras vidas; no sólo nosotros mismos somos mortales, sino también todo aquello que nos concierne.

          Existe este famoso pensamiento, para muchos conocido de la mano de Brad Pitt en Troya de Wolfgang Petersen, de que lo mortal nos permite disfrutar de la experiencia dado que en cualquier momento ésta se puede acabar. Si bien es cierto, y podemos intuir cierto hastío en la experiencia infinita, no podemos olvidar lo que conlleva: quedarnos con una y sólo una de las miles de oportunidades que ofrecía un momento y un lugar. Este último pensamiento tampoco es nuevo, Bergson ya era consciente de lo mucho que perdíamos al elegir una de entre las miles de posibilidades que la vida ofrecía; y ya no hablamos del concepto abstracto de la vida misma, sino en qué decirle a esa chica, qué escribir en esa carta, cómo hacer ese viaje. Sin embargo, en lo que yo quisiera hacer cierto hincapié, es en el actual deseo de esa misma elección de la única posibilidad entre todas las demás, en esa realización tangible de la vida misma. En definitiva, esa pasión por la libertad que se convierte a la vez en nuestra carcelera.

          Si bien la finitud, obligándonos a elegir de entre lo infinito, nos entregaría de este modo la
libertad, nos entrega también con ella el cómo operar en dicha toma de decisiones; y es que no podemos concebir la libertad sin razón, la cual se nos es dada para poder optimizar justamente esa elección que nos hace humanos, que nos imbuye en la finitud cotidiana y absoluta.

          ¿En qué nos convertimos entonces? Teniendo que lidiar con la continuidad de nuestras vidas, donde cada paso supone una elección, no somos sino esclavos de la optimización, esclavos de la razón: tenemos que encontrar la forma óptima de estudiar, de leer, de amar, porque llegará el momento en el cual no puedas hacer todas esas cosas. Terminamos siendo esclavos de la propia opción, esclavos de la libertad. La finitud no nos obliga sino a sacrificar todo en pro de dicha libertad, con el deseo de poder optimizar la realidad; de no pudiendo tener el Todo de la existencia, poder al menos conseguir la mejor de las posibles, y es la razón quién elige con cual debemos quedarnos.

          ¿Serían los Dioses libres? Y con ésto me pregunto si tienen más de una manera de actuar dentro de su infinitud. Siendo eterno e imperecedero no hay ninguna razón, en su sentido último, dado que no hay ninguna necesidad de optimizar nada, pues se es todo y siempre. No hay necesidad de elegir, pues se vive el momento tal y como se es dado, respondiendo de manera directa y sin filtros. Podría parecer que ésto simboliza la libertad absoluta, cuando no podría ser más incorrecto: sólo se actúa de una manera dada una situación, y se trata de la respuesta pura, de la esencia del momento mismo. Los Dioses no son libres, pero son puros.

          ¿Pero qué más nos transmite el infinito? Si hemos hablado de Dioses, podemos hablar entonces de Divinidad, de Absoluto, en definitiva, del Arte. El Arte es el concepto del infinito plasmado en nuestra realidad finita, lo puro en lo libre.

           Al final, ¿qué es lo puro? ¿Qué ansiamos de la Divinidad que a la vez nos asusta tanto por su componente infinita? La no capacidad de elección, que tiene a su vez ese tinte de libertad absoluta, de destiladora de la realidad misma. Lo bello es lo que no es libre pero a su vez es en sí mismo, no adulterado por nada más.


          ¿Y qué tenemos como máxima representación de ésto? Qué, si no el Amor.

domingo, 3 de agosto de 2014

Ser y volver



          Siempre hay que volver a la escritura. La escritura jamás supondrá para nosotros un mero pasatiempo, como tampoco lo será respirar, sentir o amar. Tenemos la obligación de volver, pero encadenados al continuo y a la multiplicidad, debemos también querer volver. El tiempo, tan inconstante, nos alejará y devolverá, como la resaca marina, a nuestras pasiones y deseos, y siendo tan sólo esclavos de este vaivén fortuito no olvidamos que somos poco más que agentes del tiempo, la canalización de un momento y un lugar. La inspiración, como la alegría o la pasión, son estados pasajeros, y no debemos sino ser capaces de materializar dicha idea en su máxima expresión, en esa manifestación histórica que somos cada uno de nosotros.

          El tiempo y el gozo; la historia y el yo. Maldigamos a la finitud que no nos permite abrazar por completo el estado presente, y por ende explotarlo, tanto como se merece él como tú mismo. Somos esclavos de la circunstancia, pero también de nosotros mismos, y no podemos esperar más que la convergencia de dichos directores, de estas dos fuerzas que nos guían, y de este modo dejar de ser alguien que ama escribir, pero no escribe; alguien que ama amar, pero no ama.

          Desgraciadamente, el impulso siempre vendrá de fuera, la inspiración siempre será un agente externo: razón, motivo, excusa... Encauzaremos dicho estímulo y lo haremos propio, nos adueñaremos de él. No olvidemos, sin embargo, que dicho proceso es a posteriori, y que nunca nos perteneció dicha decisión, sino que fuimos sugestionados por ella.

          Perfecto, siempre y cuando nos rodeemos de aquello que somos: si no podemos hacer esa distinción entre el Yo y lo Otro, si no podemos romper dicha continuidad, abracemos un espacio y un tiempo que no sea sino nosotros mismos. Ésto será siempre una liberación para todo aquel que haya entendido que el Yo, seguramente, jamás existió como tal.