martes, 18 de diciembre de 2012

Dolor de tripa

     Mis vísceras retruenan,
     suenan, se agitan
     con violencia. Paciencia,
     recuperarás la sonrisa.

     Conecto mis antenas,
     busco algo en la arena
     de mi fértil selva,
     espero en la tierra
     una llamada de la Naturaleza.

     No sé si estoy alerta.
     Mis sentidos niegan,
     se rebelan, sólo quieren ser,
     niegan poder volver
     retransmitir otra vez.

     Pobre de mi, asceta.
     Aunque se sienta muerta
     mi pasión sé es cierta.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Tiempo


     Te veo en mi pasado
     luego todo ha cambiado.
     No sé quién eres,
     quién fuiste, qué quieres.

     La potencia compartimos.
     Si fuimos, vencimos.
     Caímos. Como todos, 
     por éso ruego.

     No espero nada nuevo,
     más que un bonito recuerdo,
     más que pisar suelo,
     evocar juntos aquel anhelo.

     El olvido, el recibo
     de ignorar lo bendito,
     de no respetar lo vivido.

     Las aventuras del futuro
     no borrarán testigo.
     Tampoco devolverán aquello
     sacrificado a degüello.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Musas


     La musa no importa
     si la emoción impera.
     Cualquiera que fuera,
     ennoblece su esfera.

     Puedo afirmar que nunca
     me sentí igual de vivo.

     Mi mirada es sagrada,
     pues en ella te escondes,
     te escapas, a mi mundo bajas,
     través el agua estancada,
     mi mar de arcadas,
     mi cielo de textura
     recia y escarpada.

     Si en el futuro ninguna
     hubiese me inspire,
     volveré a mis recuerdos
     donde siempre te tuve.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Problemas ajenos



          Suponiendo tener una vida emocional elevada, dónde percibimos nuestro entorno conscientemente y sentimos en él, parece fácil abrumarse dado el dolor y desamparo que existe a nuestro alrededor. Siendo feliz ésto no desaparece, dada que la realidad de otros puede seguir siendo miserable, gente de tu alrededor, incluso gente importante para ti. Lo que tú consigas no servirá para cambiar éso, y en muchas ocasiones toda la ayuda que puedas prestar no será suficiente. Hay que dar lo mejor de nosotros por nosotros y para el resto. Aun así, en muchas ocasiones, no será suficiente.

          Es difícil decidir qué hacer con este dolor, este desgarro. No nos podemos permitir tratar sólo con gente perjudicada, pues éso exprimiría nuestra energía. No puedes olvidarte de las personas que tienen una situación desfavorable. Tampoco puedes permitir caer tú en un pozo. Entonces, ¿qué?

          ¿Y cuál es la respuesta cuando experimentas que dicha concepción del sufrimiento humano no es compartida por todo el mundo? ¿Qué haces cuando hay individuos que no lucharían por mejorar su entorno, por conseguir ser todos más felices? ¿Cómo actuamos cuando vemos que hay personas a las que les da igual? No les importa la situación ajena, en muchas ocasiones no son conscientes ni de la propia misma.

          Esta ignorancia del medio y de la interacción con el mismo es lo que nos hace fallar. Todos desconocemos de cuanto rodea, no somos omniscientes ni mucho menos. Nuestra responsabilidad es tratar de despejar esta incógnita para tratar de resolver el mayor número de problemas posibles, y no para ignorarlos o perpetuarlos.

          Sólo construyendo un entorno mejor, dónde la gente trate de solucionar los problemas de todos y el medio esté lo más despejado de problemas y tormentos, sólo entonces conseguiremos ser libres para interactuar y pensar, dar y recibir.

          Mientras por cuestiones externas al individuo, o lo que siempre es peor, internas a él; mientras unos pocos decidan seguir en esta especie de ignorancia y desprecio hacia lo ajeno y sus problemas; mientras no pongamos todo nuestro empeño en hacer de este mundo y de nosotros algo mejor; mientras tanto, sólo unos pocos lo conseguirán, y sobre ellos estará la responsabilidad de liberar al resto, de convertirlos en hijos de Sion, de marcarles con el estigma de Caín. Sólo en conjunto se conseguirá la máxima elevación.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El Fénix del tiempo


          En la vida se pierde: inocencia, juventud, fuerza... Nunca sabemos a partir de qué momento las cosas sólo irán a peor. Todavía soy joven, el mundo para mi es un diamante en bruto. Un día éso dejará de ser así. Llegará, y serán otros quienes tengan las oportunidades del mundo frente a ellos esperándoles, deseándoles.

          Subido en este tren pasan imágenes de compañeros, amistades, lecciones y relaciones. Siento quedan atrás. No han sido en vano, pues siguen en mi, son mi forma. Tampoco son presentes, jamás volverán a ser palpables. Cada recuerdo irrecuperable es un tesoro que sólo el olvido podrá arrebatarme. La imposibilidad de recuperar lo perdido, sin embargo, ancla a esta especie de "imposibles".

          Las nuevas situaciones se suceden. No hay día en el cual la belleza no nos grite, reclame, nos busque para incitarnos a vivir aventuras. Lo viejo se refleja en nuestra nueva vida y evoca lo perdido. Unas veces es dulce, otras nos hiere demasiado, nos vuelve incapaces de abrazar lo presente. Un sesgo imbatible y consciente, preocupaciones y anhelos que nos vuelven estáticos, soñadores de un yo antiguo.

          Hay demasiado ahí fuera, demasiado por explotar y vivir como para considerar que ya se encontró lo que nos define como persona. En cada individuo, lugar o afición se puede destilar algo más puro de nosotros mismos, refinar nuestro producto. Jamás se habrá vivido demasiado para aprender, para evolucionar. El pasado sólo debe servir de recordatorio, no de guía.

          Somos mejores a cada momento si hemos sabido dirigir correctamente nuestra vida, si la nobleza ganó la partida a la mezquindad. Antaño algo pudo parecernos lejano a nuestra esencia, pero quizá llegamos ya a la llanura donde convertirnos en algo nuevo. Como el Fénix, que renace de sus cenizas joven, brillante, puro, nosotros reduciremos nuestro pasado a gasolina, combustible de una nueva vida, de un nuevo yo, de una más digna aspiración. Desplegaremos nuestras alas, levantando la cabeza por encima de todo aquello que vivimos, con la mirada fija en el nuevo horizonte a conquistar.