martes, 13 de marzo de 2012

La necesidad

          La vida son necesidades insatisfechas. No hay nada más duro, pero tampoco nada más real. La belleza que procura el exterior nos hace anhelar realidades ajenas a nosotros; deseamos poseer todo aquello que no tenemos. Si se es inteligente, cuanto más difícil y extraño supone lo otro, más se retuerce y vira nuestro deseo. Apenas hay ningún control sobre las cosas que queremos. No sé si me explico: sólo se quiere lo que no se tiene. Conforme se tiene, se olvida; y cuanto más queda por conseguir, más amamos.

          Me dijo el camarada una vez: "Sólo podemos conocer lo que amamos". En un primer momento le discutí, y pensé que aquello nos dejaba en una postura demasiado desnuda y vulnerable. Tras la maduración de dicha idea, me doy cuenta de que no hay refutación posible: sólo entregándonos, sumergiendonos en lo que el sentimiento nos produce somos capaces de observar nuestro verdadero yo, y en particular, la esencia de lo amado.

          Para nada estoy hablando del amor entre un hombre y una mujer. Una postura que destile amor es aquella en la que nosotros nos entregamos a lo diferente en pro de satisfacer. No sorprende que en esta época donde el individuo se encuentra mutilado, las respuestas respecto al amor sean, cuanto menos, deformes. Nada hace crecer más a la persona que poder valorar y apreciar lo ajeno. Así pues, el amor es fundamento indispensable el paradigma del individualismo. No podemos esperar nada mejor de nosotros si no somos capaces de hacer nada mejor por los demás, que son el único árbitro objetivo de nuestra existencia. No hay nada malo en esforzarse para agradar a la gente que valoramos.

          Seguimos, en cambio, sin resolver nada, sin llegar a ninguna solución del problema, que no es otro que intentar vivir en paz con el resto. Porque ahí está el verdadero enigma, donde se presentan la ingente cantidad de respuestas posibles y válidas.

          Si el solipsismo fuese cierto y toda realidad fuese creada por nosotros mismos, no habría mayor dificultad: aceptaríamos nuestro individuo como medida de todas las cosas y punto. Esto supone ignorar demasiadas verdades empíricas y, por supuesto, menospreciar todo lo que nos rodea; en un momento esto pudo tener sentido, pero ahora ya no. Debemos buscar una respuesta que consiga satisfacer tanto nuestras necesidades como las del medio, que en nuestro caso son los demás. No podemos obviarnos a nosotros ni a los demás. No hay nada más importante que estas dos cosas; quizás no haya nada más. Así nace pues la importancia de una individualidad y una socibilidad sanas, sin prejuicios ni perjuicios, capaces de cambiar, de querer, de sentir. Solo andando con estas dos compañeras podremos crearnos fuertes, con vigor, capaces de superar la verdadera dificultad que supone querer; capaces también de entender el sentido que esto tiene frente a la misma soledad. Si olvidamos la importancia de alguna caeremos en una rápida y súbita decadencia.

          Cambiamos, olvidamos, destruimos y volvemos a crear; nuestra subjetividad cambia en cada instante. Por otro lado, la linealidad de nuestra vida, y en cierta medida de nuestro entorno, siguen como constantes en toda esta ecuación. Todos estos nuevos textos, estas diferentes posturas, pueden ser más brumosas, menos claras e incluso más infantiles. Sin embargo no puedo ignorar toda esta nueva información que continuamente recibo. Solo yo y tú tenemos la capacidad de conmovernos. La realidad sigue sorprendiéndome a cada momento y deberíamos preocuparnos en abrazar este sentimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario