viernes, 27 de abril de 2012

Los otros

          Aquellas incongruencias propias de la ignorancia y los instintos, que pude llegar a controlar en el pasado, como el deseo ferviente de relación humana o la necesidad del cariño incondicional de otros, reaparecen en un estadio mucho más elevado de mi personalidad. Tras mi carrera y evolución personal, tras todo mi empeño en conocer más y en adquirir una autonomía individual, sigue doliéndome no gustarle a determinadas personas, no ser capaz de despertar en ellos un interés ulterior. Por mucha individualidad y capacidad para la soledad que haya desarrollado, ésto continúa devanándome los sesos.

          Tratando de darle una explicación al por qué del torrente de sentimientos negativos, que tanto puede chocar contra mi postura positivista, me encuentro frente a un Marzo que busca algo más en sus relaciones sociales, donde el placer y el interés puedan pasar a un segundo plano, y lo importante pasa a ser el sentimiento motor. Este nuevo yo, o quizá mi primer yo, necesita alguien con quien compartir toda su vida interior, tan rica y llena de matices, que tan diferentes considero del resto. Contemplo toda mi evolución como medio para poder aportar algo a los demás, para resultar un individuo digno en existencia, que sea capaz de enseñarle algo al otro. Quizá no quiera más que compartir todo aquello que he aprendido y tan feliz me hace.

          Así pues, salto a la siguiente incógnita, la cual se vuelve más incisiva y peligrosa. ¿Por qué, entonces, no se da esa situación de bienestar esperada? ¿Por qué, al parecer, tienes tan poco que aportar al resto? ¿O por qué al resto le importa tan poco lo que les puedas aportar? El problema pasa al plano de la culpabilidad, de buscar razones fuera del yo.

          No me importa todo el mundo, me parece algo redundante aclararlo. Me esfuerzo continuamente en discernir sobre quién puede valer la pena y quién no, pensar tras meticulosa observación qué cosas buenas podrán tener las personas, y cuál será el grado de relación a buscar con ellas. Necesito sentir que hay gente capacitada ahí fuera con la que puedo compartir ideas y sensaciones, con quien puedo compartir este absurdo recuadro de espacio-tiempo que sufrimos; con quien pueda reírme. Al final se convierte en la simple postura de querer dar al otro, e incluso se podría decir que guardo una postura muy cristiana últimamente, sólo que mucho más estricta a la hora de esclarecer quien es mi prójimo. Pero una vez encontrado a un semejante, encontrado ya el individuo con quien se querría disfrutar, ¿cómo se hace para transmitir ese flujo de ideas hacia la otra persona? ¿Cómo acercarte a una persona de una manera tan racional?

          La gente obra de sentimiento, y sólo después generan sus razones en pro de justificar sus actos. Las personas esperan relaciones humanas completamente basadas en el sentimiento. Y el sentimiento, pese a su gran poder, suele aparecer con el tiempo, con el rodaje y el lijado de las relaciones. Pero me remito a una idea mencionada ya anteriormente: ¿qué mérito tiene ser un esclavo de la simple situación? ¿Por qué tener que esperar a que el tiempo haga su sucio trabajo? ¿Por qué no elegir conscientemente que hacer con nuestra vida? Debería haber algo más allá de la simple casualidad en nuestra vida personal.

          No olvido que esto es un análisis subjetivo, y que jamás se puede llegar a entender del todo las acciones e intenciones del otro. Aun así, considero que la persona tiene mucho más poder sobre la vida y sobre sí misma del que concebimos, y que no es justo abandonarse a la vida cuando se tiene el poder de tomar el control sobre ella.

          Quiero a mucha gente, y cada vez más quiero a más gente. Los sentimientos se vuelven profundos en mi, y con la razón como directora, avanzo cada vez más en mis relaciones. La profundidad que busco en las personas es encontrada con más frecuencia, y la gente crece y pierde el miedo a hablar de determinados temas. Pese a ello, sigo observando mucho potencial desperdiciado, mucha gente con un poder inconmensurable que sigue privada de su autonomía por culpa de unos pocos desgraciados que les habrán obligado a convertirse en eso.

          Rebeláos, pero rebeláos contra vosotros mismos. No os quedéis en un simple "Soy así", pues no es más que una falacia, una redundancia sobre la personalidad. Esforzaros en ser mejores, en ser capaces de recibir y de dar más. No os quedéis donde os dijeron que estaba la meta, continuad hasta arrollar con todos los límites. Veo personas que ya son únicas y ni si quiera han empezado con su vida consciente. Veo personas que quizá tengan miedo a despertar todos sus monstruos interiores.

1 comentario:

  1. Detecto que tal vez a veces exijas a algunas personas más de lo que están dispuestas o pueden dar. Pedir peras al olmo es sin duda frustante y esperar que todos podemos conseguir ser perales es bonito, pero falso. Muchos no tienen ninguna intención de esforzarse por ser algo más.

    Todos nos basamos en las emociones. La razón es incapaz de guiar, tan sólo puede promocionar unas emociones frente a otras o fomentar emociones más nobles.

    La racionalización es más sencilla que la razón, de hecho es el modo por defecto de funcionamiento. Razonar es muy costoso requiere de una disciplina y de la colaboración de los demás porque somos presos de nuestras emociones. Es fácil engañarse a uno mismo pensando que estás razonando cuando en realidad estás racionalizando.

    La juventud suele conducir a la inmediatez, a querer que nuestras acciones obtengan los resultados que pretendemos más pronto que tarde. Pero hay que tener en cuenta que vivimos en un mundo complejo y que en los sistemas complejos los individuos no somos más que nodos dando vueltas alrededor de atractores. Te recomiendo que le eches un vistazo al concepto del Wu Wei, sus implicaciones son sutiles y no todo el mundo entiende que pertenecemos al flujo y que no podemos determinar su dirección individualmente, aunque de algún modo, que desconocemos, lo hacemos colectivamente.

    No hay meta, ya lo dijo Llach en Itaca.

    Luchar contra los monstruos es lo más duro que podemos hacer, aunque es lo más positivo también. Muchos no están dispuestos a enfrentarse a ellos porque los monstruos son terroríficos. Lo paradójico del caso es que cuando consigues vencer alguno de ellos te das cuenta de que no era más que un liviano espectro que no pudo aguantar más que un soplo de aire. Pero así somos los seres humanos.

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