Hilo a hilo se deshilvana. Primero una
sonrisa extraña, después una carcajada traicionera, finalmente una
mirada divertida y compasiva. Del mismo modo que se gestó y nutrió
durante tanto tiempo, ahora, poco a poco, se deshilacha: y es que no
se trata de destruir un bordado, que bien fácil sería: fuego y
fuerza. No, se trata de algo bien distinto: con quizá más sutileza
que la necesaria para formarlo; aplicando pequeñas presiones en
grandes idiosincrasias; estirando un poco del narcisismo, otro tanto
de la paranoia, y sin olvidar jamás las neurosis; con mirada de
sastre manteniendo todo en (des)orden.
Hilo a hilo, neurona a neurona, idea a
idea: pronto la estructura habrá cedido y sólo quedarán de ella
escombros; éso sí, escombros perfectamente definidos, no
irregulares e informes como cuándo destruimos un castillo, si no más
bien, y como ya hemos dicho, finos hilos. ¡Finos hilos que en su
conjunto formaban lo único que había en nosotros! Y de ellos todo
queda todavía, pero separados de sus hermanos, de su eterno abrazo,
ya de nada servirán y nada podrán ser.
Hilo a hilo se deshace, y para
deshacer tuvo que formarse primero; y es que así es el estado
natural de las cosas: el Monstruo sólo aparece cuando las fibras no
encuentran a sus camaradas. Costuras rotas dejan escapar fantasmas
nocturnos; y enfermedades recursivas, mezcladas con la curiosidad,
hacen que hurguemos frenéticamente en dicho agujero; y con ello, una vez más, el
mantel desune sus conexiones, que tanto valor tenían.
Hilo a hilo; y cada vez tengo más
ovillo que encaje. Ovillo que antaño fue mi yo, mi ser, mi esencia;
encaje que es lo que queda de ello. Desestructurado, como tantos
filósofos del siglo XX nos querían ver, y sin formas en la
consciencia, me tambaleo buscando una costurera que reponga mi cordura. '¡Unos pequeños parches aquí y allá!' grito por los
pasillos de la Facultad, de mi casa, en la ciudad. Y como el loco que
busca a Dios con su linterna a plena luz del día, deambulo con aguja
e hilo, inconsciente de ser yo mismo quien deshace todo encaje, convirtiendo cordel en locura.
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