Siempre hay que volver a la escritura.
La escritura jamás supondrá para nosotros un mero pasatiempo,
como tampoco lo será respirar, sentir o amar. Tenemos la obligación de volver, pero encadenados al continuo y a la multiplicidad, debemos también querer volver. El tiempo, tan
inconstante, nos alejará y devolverá, como la resaca
marina, a nuestras pasiones y deseos, y siendo tan sólo esclavos de
este vaivén fortuito no olvidamos que somos poco más que agentes
del tiempo, la canalización de un momento y un lugar. La inspiración,
como la alegría o la pasión, son estados pasajeros, y no debemos
sino ser capaces de materializar dicha idea en su máxima expresión, en
esa manifestación histórica que somos cada uno de nosotros.
El tiempo y el gozo; la historia y el
yo. Maldigamos a la finitud que no nos permite abrazar por completo el estado presente, y por ende explotarlo, tanto como se merece él como tú mismo. Somos
esclavos de la circunstancia, pero también de nosotros mismos, y no
podemos esperar más que la convergencia de dichos directores, de
estas dos fuerzas que nos guían, y de este modo dejar de ser alguien que ama
escribir, pero no escribe; alguien que ama amar, pero no ama.
Desgraciadamente, el impulso siempre
vendrá de fuera, la inspiración siempre será un agente externo:
razón, motivo, excusa... Encauzaremos dicho estímulo y lo haremos
propio, nos adueñaremos de él. No olvidemos, sin embargo, que dicho
proceso es a posteriori, y que nunca nos perteneció dicha decisión,
sino que fuimos sugestionados por ella.
Perfecto, siempre y cuando nos rodeemos
de aquello que somos: si no podemos hacer esa distinción entre el Yo
y lo Otro, si no podemos romper dicha continuidad, abracemos un
espacio y un tiempo que no sea sino nosotros mismos. Ésto será siempre una liberación para todo aquel que haya entendido que el Yo, seguramente, jamás existió como tal.
Yo no creo yo que vuelva a la escritura, ni tú tampoco; aunque suene somero, lo único que se va y vuelve es la inspiración, las musas. La escritura está dentro, en los dedos, latiendo siempre. Como bien escribes, somos esclavos de la circunstancia, pero no dejamos de ser quienes somos, y somos pluma y tinta.
ResponderEliminarMe alegra ver que en cualquier caso, has encontrado la forma de volver, pues quiero seguir leyéndote.
Un saludo (atemporal).