miércoles, 6 de agosto de 2014

Finitud

          ¿Qué nos otorga la finitud del presente? No hablo de la evidente realidad que se cierne sobre nosotros que es la muerte, sino de un concepto mucho más cotidiano de finito que experimentamos diariamente, en cada evento, en cada conversación, en cada relación: el tiempo es lineal, se mueve a través del eje X, por lo tanto cada fragmento, cada estado, cada momento de tu vida se puede dividir en intervalos cerrados y acotados. Más allá de la jerga matemática, quiero explicar que durante el transcurso de nuestra vida todo tiene principio y final; todo es finito, no sólo la vida en sí; todo nace y todo muere en nuestras vidas; no sólo nosotros mismos somos mortales, sino también todo aquello que nos concierne.

          Existe este famoso pensamiento, para muchos conocido de la mano de Brad Pitt en Troya de Wolfgang Petersen, de que lo mortal nos permite disfrutar de la experiencia dado que en cualquier momento ésta se puede acabar. Si bien es cierto, y podemos intuir cierto hastío en la experiencia infinita, no podemos olvidar lo que conlleva: quedarnos con una y sólo una de las miles de oportunidades que ofrecía un momento y un lugar. Este último pensamiento tampoco es nuevo, Bergson ya era consciente de lo mucho que perdíamos al elegir una de entre las miles de posibilidades que la vida ofrecía; y ya no hablamos del concepto abstracto de la vida misma, sino en qué decirle a esa chica, qué escribir en esa carta, cómo hacer ese viaje. Sin embargo, en lo que yo quisiera hacer cierto hincapié, es en el actual deseo de esa misma elección de la única posibilidad entre todas las demás, en esa realización tangible de la vida misma. En definitiva, esa pasión por la libertad que se convierte a la vez en nuestra carcelera.

          Si bien la finitud, obligándonos a elegir de entre lo infinito, nos entregaría de este modo la
libertad, nos entrega también con ella el cómo operar en dicha toma de decisiones; y es que no podemos concebir la libertad sin razón, la cual se nos es dada para poder optimizar justamente esa elección que nos hace humanos, que nos imbuye en la finitud cotidiana y absoluta.

          ¿En qué nos convertimos entonces? Teniendo que lidiar con la continuidad de nuestras vidas, donde cada paso supone una elección, no somos sino esclavos de la optimización, esclavos de la razón: tenemos que encontrar la forma óptima de estudiar, de leer, de amar, porque llegará el momento en el cual no puedas hacer todas esas cosas. Terminamos siendo esclavos de la propia opción, esclavos de la libertad. La finitud no nos obliga sino a sacrificar todo en pro de dicha libertad, con el deseo de poder optimizar la realidad; de no pudiendo tener el Todo de la existencia, poder al menos conseguir la mejor de las posibles, y es la razón quién elige con cual debemos quedarnos.

          ¿Serían los Dioses libres? Y con ésto me pregunto si tienen más de una manera de actuar dentro de su infinitud. Siendo eterno e imperecedero no hay ninguna razón, en su sentido último, dado que no hay ninguna necesidad de optimizar nada, pues se es todo y siempre. No hay necesidad de elegir, pues se vive el momento tal y como se es dado, respondiendo de manera directa y sin filtros. Podría parecer que ésto simboliza la libertad absoluta, cuando no podría ser más incorrecto: sólo se actúa de una manera dada una situación, y se trata de la respuesta pura, de la esencia del momento mismo. Los Dioses no son libres, pero son puros.

          ¿Pero qué más nos transmite el infinito? Si hemos hablado de Dioses, podemos hablar entonces de Divinidad, de Absoluto, en definitiva, del Arte. El Arte es el concepto del infinito plasmado en nuestra realidad finita, lo puro en lo libre.

           Al final, ¿qué es lo puro? ¿Qué ansiamos de la Divinidad que a la vez nos asusta tanto por su componente infinita? La no capacidad de elección, que tiene a su vez ese tinte de libertad absoluta, de destiladora de la realidad misma. Lo bello es lo que no es libre pero a su vez es en sí mismo, no adulterado por nada más.


          ¿Y qué tenemos como máxima representación de ésto? Qué, si no el Amor.

1 comentario:

  1. Leer esto hoy me ilumina. Al mismo tiempo me alivia que me entristece. Pero en fin, eso tampoco es tan importante, más importante para mi ahora es entender el no-Abstracto de la situación, el hecho en sí (no la idea), y disfrutarlo como finito que es. Desde mis frías y húmedas tierras te mando un fuerte abrazo.

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