jueves, 18 de septiembre de 2014

Metas ideales

          El espacio en su componente ideal, y con ésto me refiero a la generación del mismo desde el plano imaginario, tiene una componente completamente ideológica. La misma palabra 'meta' o 'destino' nos permite intuir como todo este plano de ambiciones se mueve en lo meramente espacial: uno desea principalmente llegar a tal cosa, mientras que cuándo se consiga suele relegarse a un segundo plano. Así, creamos espacios imaginarios y los convertimos en nuestros objetivos. Encontramos aquí un primer problema, quizá de vital importancia en lo referente a los deseos: lo espacial sí es algo tangible y real que no puede compararse con nuestra sustancia pensante, y así como jugábamos con el tiempo y nuestra experiencia, no se puede hacer del mismo modo con el espacio.

          Generamos ideas que buscan crear un espacio físico que emule nuestros mismos deseos. Necesitamos de esa base Real para poder considerar como ciertos nuestros anhelos. Uno se da cuenta rápido de cómo ésto causará, más pronto o más tarde, toda una serie de problemas inherentes al mismo planteamiento: no estás creando una idea abstracta dónde pueda caber todo un conjunto de situaciones que proporcionarán una felicidad, sino que al contrario, creas un sólo elemento excluyendo a todos los demás, creas una idea no-Abstracta. Estas ideas no-Abstractas deben ayudarnos a funcionar en la inmediatez del presente, no en la planificación del futuro, ya que este último es múltiple y desconocido, y necesitamos de ideas abiertas que engloben el máximo número de posibilidades, al contrario del presente que es fijo e inamovible, dónde necesitamos una idea clara que lidie con esa realidad inmediata.

          La rigidez de lo físico es incompatible con la naturaleza del deseo. Si bien esa idea, llamémosla espacial, es sólo una manera de entender el deseo en sí, es cuestión de tiempo que acabe convirtiéndose en el deseo mismo, eliminando así todo el entorno de situaciones que también suponían un deseo, reduciéndose así a un sólo punto, a una sóla situación. Vemos aquí como ha ocurrido algo bastante común en nuestra experiencia cotidiana: estoy hablando de la Idealización. Si bien todo empezó como la búsqueda de algo que nos hiciese felices, acabamos convirtiendo esa herramienta de la abstracción espacial en la felicidad misma. Olvidamos que utilizamos esa situación como simple ejemplo de otras muchas que pudiesen habernos hecho felices, y acabamos creyendo que tan sólo ésa será la que podrá realizarnos.

          Hay que evitar este reduccionismo en el mundo de los deseos. Tenemos que entender que nuestro rango para disfrutar de situaciones es mucho más amplio que aquel que hemos imaginado como las situaciones que podríamos disfrutar. Estas situaciones son sólo ejemplo de un espacio mucho más grande, una selección aleatoria, quizá más o menos representativa, pero jamás el conjunto completo. Entender de este modo las ideas que consideramos como ambiciones nos ayudará a entender que es lo común de todas ellas, y en definitiva, aceptar que son más las situaciones que nos aportarán en un futuro felicidad.

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