domingo, 18 de enero de 2015

Bobol V: E. o lo asqueroso Real



          No hay tregua onírica para nuestro protagonista. Tan pronto como como C. desaparece, Óscar parece llamado al paellero, donde como no podía ser de otra manera, le espera E. (Enrique Antequera). Este nuevo personaje se nos presenta verosímil: vestido como un empresario, cordial, incluso parecía estar barriendo el paellero, establece así un lazo entre el plano imaginario, fantástico de Óscar, y el real. Habla con Óscar sin pretensiones, natural y distendido, como si fuese algo cotidiano para él. El gesto trágico de los anteriores personajes contrasta con la efusividad y energía de E., que parece dirigirse a Óscar como a un viejo compañero.

          Tras el saludo pone en alerta a Óscar, quizá de un modo más severo que el resto de apariciones. Nos habla de nuevo de una mujer, de una relación nacida del azar y la casualidad. Podemos intuir lo que ya nos auguraba desde el principio: su historia no tendrá que ver con la trascendencia, con el Otro supremo, ni tendrá toda la carga espiritual que tenían todas las demás. E. es un ser Real, cimentado en la realidad, sin todas las enajenaciones ideológicas que sufrían J. o C. Ni siquiera hay grandes sentimientos en torno a ella, tan sólo una historia que contar.

          E. conoció a la chica porque ésta puso todo de su parte para que así fuese. Pudieron vencer las primeras barreras del contacto humano, pero lo que vendría después no tenía por qué ser del agrado de ambos: E. descubre que la mujer en cuestión es un animal, un puro desecho humano; pero sobre todo es de vital importancia cómo es deleznable a raíz de sus hechos materiales: come mierda, come como un perro. Así vemos como no queda ningún espacio para lo ideal si la realidad en sí es asquerosa; también como E. idealiza la materialidad en si misma, esperando que la cocina, que la comida, sea lo sagrado, lo digno de culto y veneración. Hay algo peligroso en esta inversión de los valores, pues quizá estemos asesinando las ideas mismas, y así poco a poco E. termina por parecernos incluso intimidante, demasiado animal, demasiado unido a la Naturaleza y alejado de Dios y sus enajenaciones.

          Siguiendo su linea de pensamiento materialista, no se niega a subir a casa de la chica dado que, aunque habiendo una decepción en lo correspondiente a las ideas, ésto no tiene porque perturbarle en la materialidad. Vemos en E. un puro ser Real, que sólo puede vivir y desarrollarse en la materia, y que pondrá cualquier afán divino o sacro en ésta también.

          Podemos pensar que E. incita a Óscar para que se acueste con Elena, pues esa conexión sexual es independiente de las Ideas, las cuales quizá ni siquiera existan, mientras que de la carne no se puede decir lo mismo, real y sensible como ella sola. Quizá sea todo lo contrario, y con la insultante imagen que ha presentado de si mismo disuadirle de caer en las tentaciones del cuerpo, sucias y terribles, sin ningún sentido como él cuando se despojan de su marco ideológico. Así E. nos habla de lo Real y del peligro que éste también tiene. No todas las decepciones vienen de las ideas, y la misma realidad puede perturbar y destrozar éstas.

          Volvemos a ver a Óscar oculto en si mismo, y es sacado a la superficie al escuchar la voz de Elena, la cual aparece donde antes estaba E., buscándole. Discuten brevemente sobre la ausencia de Óscar allá a donde Elena había escapado, ignorante ella de la incapacidad de éste para escapar de sus alucinaciones y cadenas; mentiroso él creando una aureola de dignidad con la que justificar la falta a su cita. Así consigue convencerla de que no se debía a ninguna debilidad, y quizá ya más seguro de si mismo, se decide a besarla.

          Pero para conectar en la intimidad con una persona hace falta más que una posibilidad física. Si bien la situación a propiciado el encuentro de los dos jóvenes, el terreno ideológico no está todavia sellado, y se tambalea. Óscar siente sus inseguridades y sospechas observándole, y él parece fuera de escena también; quizá él mismo podría ser C., que se acerca a ellos hasta finalmente tocarles las manos. Una tercera presencia, quizá la de él mismo pero negando la situación, y no entregándose a ella, hace perder el control a Óscar, y Elena, decepcionada, le golpea y se retira entre lo que podríamos considerar un llanto apagado.

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